SAN SIMÓN DE
LIPNICA
18 de julio
1482 d.C.
Nació en
Lipnica Murowana, en la Polonia meridional en el seno de una modesta
familia que supieron darle una sana educación, inspirada en los
valores de la fe cristiana, y, se preocuparon de asegurarle una
adecuada formación cultural.
En 1454, se
trasladó a Cracovia para asistir a la famosa Academia
Jagellónica. En ese tiempo san Juan de Capistrano entusiasmaba a
la ciudad con la santidad de su vida y el fervor de su
predicación, atrayendo a la vocación franciscana a un
nutrido grupo de jóvenes generosos. El 8 de septiembre de 1453
el santo italiano había fundado en Cracovia el primer convento
de la Observancia, bajo el título de “San Bernardino de Siena”,
santo que había sido canonizado poco tiempo antes. Por tal
motivo los frailes menores de aquel convento fueron llamados por el
pueblo “bernardinos”. En 1457, también el joven Simón,
fascinado por el ideal franciscano, junto con otros diez
compañeros de estudios, pidió ser admitido en el convento
de Stradom.
Bajo la sabia
guía del maestro de novicios, P. Cristóforo de Varese,
religioso eminente por su doctrina y santidad de vida, Simón
recorrió con generosidad la vida humilde y pobre de los frailes
menores, y recibió la ordenación sacerdotal hacia el
año 1460. Ejerció su primer ministerio en el convento de
Tarnów, donde fue Guardián de la fraternidad. A
continuación, se estableció en Stradom (Cracovia),
dedicándose incansablemente a la predicación
evangélica, con palabra limpia, llena de ardor, de fe y de
sabiduría, que dejaba entrever su profunda unión con Dios
y el prolongado estudio de la Sagrada Escritura.
Como San Bernardino de
Siena y san Juan de Capistrano, Fr. Simón difundió la
devoción al Nombre de Jesús, obteniendo la
conversión de innumerables pecadores. En 1463, primero entre los
Frailes Menores, ocupó el oficio de predicador en la catedral de
Wawel. Por su entrega a la predicación evangélica, las
fuentes biográficas antiguas le confirieron el título de
“Predicador ferventísimo”.
Deseoso de rendir
homenaje a san Bernardino de Siena, inspirador de su
predicación, en 1472, junto con otros frailes polacos,
llegó a L’Aquila para participar en el solemne traslado del
cuerpo del santo al nuevo templo erigido en su honor. Volvió a
Italia en 1478 con ocasión del Capítulo general celebrado
en Pavía. En esta ocasión pudo satisfacer su deseo
profundo de visitar las tumbas de los Apóstoles, en Roma, y
proseguir después su peregrinación a Tierra Santa.
Vivió esta experiencia en espíritu de penitencia, de
verdadero amante de la Pasión de Cristo, con la oculta
aspiración de derramar la propia sangre por la salvación
de las almas, si así agradara a Dios. Imitando a san Francisco
en su amor a los Santos Lugares santos y por si fuera capturado por los
infieles, antes de emprender el viaje quiso aprender de memoria la
Regla de la Orden “para tenerla siempre delante de los ojos de la
mente”.
El amor de Simón a los hermanos se puso de manifiesto de manera
extraordinaria en el último año de su vida, cuando una
epidemia de peste devastó Cracovia. De julio de 1482 al 6 de
junio de 1483 la ciudad estuvo bajo el flagelo de la enfermedad. En la
desolación general, los franciscanos del convento de San
Bernardino se prodigaron incansablemente en el cuidado de los enfermos,
como verdaderos ángeles del consuelo.
Fr. Simón afrontó aquella situación como un
“tiempo propicio” para ejercitar la caridad y para llevar a cabo la
ofrenda de la propia vida. Por todas partes pasó confortando,
prestando ayuda, administrando los sacramentos y anunciando la Palabra
de Dios a los moribundos. Pronto resultó contagiado.
Soportó con extraordinaria paciencia los sufrimientos de la
enfermedad y, próximo a la muerte, expresó el deseo de
ser sepultado en el umbral de la iglesia, para que todos pudieran
pisotearlo. El sexto día de enfermedad, sin temor a la muerte y
con los ojos fijos en el crucifijo, entregó su alma a
Dios. Recibió culto popular, y su aprobación como
beato se produjo en 1685. SS. Pío XII retomó la causa de
canonización, que llegó a feliz término en el
pontificado de SS. Benedicto XVI, y así, fue canonizado el 3 de
junio de 2007.