SAN SIMEÓN
BERNEUX
7 de marzo
1866 d.C.
En el lugar de Sai-Nam-Hte,
también en Corea, santos mártires Simeón Berneux,
obispo, Justo Ranfer de Bretenières, Luis Beaulieu y Pedro
Enrique Dorie, presbíteros de la Sociedad de Misiones
Extranjeras de París, que fueron decapitados por afirmar con
decisión que habían venido a Corea en nombre de Cristo
para salvar almas.
La muerte, en 1864,
del rey de Corea Tchiel-tsong trae nuevos motivos de inquietud a
los cristianos: el poder cambió de manos hacia una de las
familias más poderosas y del partido anticristiano. Pero por
otra parte había también motivos de esperanza: luego de
muchos años de actividad misionera y mucha sangre derramada, las
conversiones eran cada vez más frecuentes, y el pueblo miraba a
los cristianos con menos prevención.
Las circunstancias
políticas eran delicadas: Rusia estaba prácticamente a
las puertas de Corea, incursionando ya en el territorio, y reclamando
del gobierno tratados comerciales que Corea no podía ni
quería conceder. Algunos cristianos de palacio concibieron la
idea de enviar una carta al Regente, ofreciéndole mediar ante
los misioneros (obispos y presbíteros franceses) para que ellos
a su vez mediaran el auxilio político-militar de Francia contra
Rusia. Si en la corte hubiera habido alguna predisposición buena
hacia el cristianismo, la idea podría haber resultado, pero
quizás por ingenuidad, quizás por poner demasiada
esperanza en el inmediato fin del tiempo de los mártires, estos
cristianos no tuvieron en cuenta que el cristianismo, para el partido
anticristiano, era en definitiva una "religión del Oeste", que
representaba intereses concretos tan contrarios a Corea como los de
Rusia.
El obispo, Mons.
Simeón Berneux, también vio con buenos ojos los
movimientos que se producían en la corte: la propia madre del
rey había encargado unas misas, y eso era un buen signo de
favor, aunque ella misma no tuviera en este momento poder.
Interrumpió la visita pastoral que estaba realizando, y se
volvió a la capital lo más pronto que pudo; era el inicio
del mes de febrero.
Sin embargo, una vez
allí los tiempos comenzaron a dilatarse: el obispo no era
recibido, se desplazaba la audiencia a un día tras otro. Juan B.
Nam fue atendido con una descortesía que contrastaba enormemente
con la buena disposición anterior. Es fácil darse cuenta
ahora que el movimiento de simpatía-indiferencia del regente
había sido parte de una estrategia para hacer bajar la guardia a
los misioneros, y tenerlos en Seúl, donde podrían ser
capturados con más facilidad.
El obispo
comenzó a preocuparse, e incluso a lamentarse de haber cortado
su visita pastoral, pero naturalmente no era fácil tomar una
decisión. Expresó sus preocupaciones en una carta a la
Congregación, cuyo contenido fundamental se conserva.
Mons. Bernaux
aprovechó el tiempo para sostener y confirmar a la Iglesia de
Seúl, junto con sus presbíteros, también de la
Sociedad de Misiones, Ranfer, Beaulieu y Dorie, los tres de escasos dos
años de ordenados y un año en al misión. Mientras
tanto los espías fueron moviéndose para conseguir las
localizaciones de estos "cabecillas", hasta que el 23 de febrero
cayeron sobre el obispo y los presbíteros, que fueron apresados
y tratados brutalmente.
A
los misioneros se
los sometió a un interrogatorio en el que el obispo, en nombre
de los misioneros repondió con dignidad y claridad que no
estaban en Corea ni para enriquecerse ni para ninguna otra cosa, sino
sólo para salvar almas. Se les ofreció irse de Corea,
pero afirmaron estar dispuestos a la muerte. Reunidos convirtieron la
cárcel en lugar de oración y fraternidad,
animándose mutuamente a morir por Cristo. Se alternaron en los
días sucesivos torturas e interrogatorios, hasta que el 7 de
marzo fueron los cuatro, el obispo y los tres sacerdotes, decapitados,
y sus cuerpos expuestos durante tres días para escarmiento. Juan
Bautista Nam, aunque no estaba con el grupo, fue decapitado
también el mismo día casi a la entrada de la ciudad de
Sai-Nam-Tho, cercano a Seúl. Fueron canonizados el 6 de mayo de
1984 por San Juan Pablo II.
Simeón
Francisco Berneux (1814-1866). Nació
en Château-du-Loir, en el seno de una familia modesta. Fue
ordenado sacerdote en 1837. Destinado a profesor del seminario,
sintió la vocación misionera e ingresó en la
Sociedad de Misiones Extranjeras, y fue destinado a Tonkin en 1840.
Después de un período breve de
trabajo donde atendió a las religiosas Amantes de la Cruz del
poblado de Yen-Moi. Fue apresado, torturado y condenado a muerte, pero
fue liberado por el comandante francés Favin-Leveque y enviado a
Macao. De ahí partió para Manchuria donde trabajó
durante diez años. En 1854 fue nombrado obispo titular de Capsa
y Vicario Apostólico de Corea. En este país
trabajó durante diez años. Aquí pudo abrir
escuelas, instituir un seminario y establecer una imprenta que surtiera
de libros católicos a la iglesia coreana. Fue detenido y
encarcelado en la cárcel de Seúl en la que se juntaron
los misioneros: Justo Ranfer de Beteniéres, Luis Beaulieu y
Pedro Enrique Dorié.