SAN SEBASTIÁN
20 de enero
288 d.C.
Parece
ser que nació en Narbona o en Milán (según san
Ambrosio). Ingresó el ejército romano en el año
269. Jefe de la guardia pretoriana de Maximiano y Diocleciano.
Ayudó a muchos cristianos y convirtió a los hermanos
santos Marcos y Marcelino, prisioneros en la casa de san
Nicóstrato, a quien convirtió a la fe junto a su mujer
santa Zoa, dama ilustre a la que devolvió el habla
después de seis años de mudez. En casa de
Nicóstrato también convirtió al historiador san
Claudio y a sus dos hijas, a san Tranquilino, padre de Marcos y
Marcelino, y a su esposa Marcia, al prefecto san Cromancio y su hijo
san Tiburcio. El papa san Cayo, lo nombró "Defensor de la
Iglesia" por el celo que ponía en el socorro de los cristianos
perseguidos.
Fue denunciado al emperador. Maximiano lo llamó, le
afeó su conducta y le obligó a escoger entre ser su
soldado o seguir a Jesucristo. Sebastián no dudó y
escogió la milicia de Cristo; el emperador, enfurecido,
ordenó que sus mismos soldados le cosieran a flechazos.
La tradición asegura que sobrevivió a las heridas que le
infligieron las flechas, ya que sus propios soldados no quisieron
matarle. Santa Irene, una piadosa viuda, le curó y, una vez
repuesto, reapareció en el palacio para reprochar al emperador
su proceder con los cristianos. Maximiano mandó que lo azotaran
hasta morir (otros autores apuntan que murió de un mazado en la
cabeza). Los soldados cumplieron esta vez sin errores el encargo y
arrojaron su cuerpo a la cloaca Máxima, el lugar más
inmundo de toda Roma, donde fue recogido por santa Lucina. Una
inscripción en su sepultura dice: “A Sebastián,
mártir y campeón de Cristo, defensor de la Iglesia,
terror de la peste”. Sebastián está considerado como uno
de los prototipos de caballero cristiano. Patrón de San
Sebastián y copatrono de Roma.