SAN ROSENDO DE DUMIO
1 de marzo
977 d.C.
Nació en Salas, Orense, y era hijo del conde don Gutierre
Méndez y de Ilduara. Se formó en la escuela episcopal de
San Martín de Mondoñedo, donde era obispo su tío
Sabarino. Durante su infancia pasó frecuentes temporadas en la
Corte del rey Ordoño II. Se piensa que ingresó en el
monasterio de Caveiro. Fue un hombre prudente, juicioso, firme,
bondadoso y activo. Quizás fuera ya prior, cuando fue elevado, a
los 18 años, obispo de Dumio y luego de San Martín de
Mondoñedo, al morir su tío. Trabajó mucho en la
abolición de la esclavitud, como en corregir los vicios de los
sacerdotes, religiosos y laicos. Tuvo un gran amor hacia los pobres y
fue un hombre que participó en muchas misiones de
pacificación entre las diversas discordias que se
producían. Para cobrar nuevos bríos en su labor. Rosendo
se retiró a veces al monasterio de Caaveiro, cenobio que se
preocupó de reedificar y dotar.
Fundó en el
942, la abadía benedictina de San Salvador de Celanova, no lejos
de Orense, donde los hombres pudieran "permanecer día y
noche en las batallas del Señor". Como fanales
"limpísimos en los que tu, Señor, te complazcas habitar;
habitando los santifiques, como quiénes han dejado el mundo para
seguirte a Ti". Renunció a su sede y se retiró al
monasterio de Celanova, bajo el mandato del abad Franquila. Allí
trabajó y sirvió como el último de los monjes. Su
emblema era una cruz de cuyos brazos colgaba un compás y un
espejo. La cruz, explicaba Rosendo, es el compás de nuestra vida
y el espejo la visión de nuestras almas.
Ocasionalmente, a
petición del rey Ordoño III, en el 955, ocupó el
cargo de gobernador de la provincia, que antes había regido su
padre. Eran los tiempos difíciles de las invasiones de normandos
por mar, y de moros por costa, pero se puso al frente y logró
repeler todas las agresiones. Pacificada la provincia, volvió
otra vez a su cenobio donde fue elegido abad por los monjes. De nuevo
le sacaron de allí para ponerle al frente, como administrador de
la diócesis de Santiago, pues había sido depuesto y
encarcelado por sus desmanes, el obispo Sisnando. Durante este periodo,
entre otras actividades, asistió a un concilio en León
con san Pedro de Mezonzo. Sisnando logró volver, y Rosendo se
retiró feliz a su monasterio. Los últimos años los
pasó como abad de Celanova.
Su testamento es una
oración: "Salvador de los hombres, destruyendo cuanto encadena
mi alma a la vida presente, dame valor para seguir tus pisadas con
ánimo generoso y asiduo vencimiento". Fue canonizado en
1195 o 96 por Celestino III. Patrón de la diócesis
de Mondoñedo.