SAN RAIMUNDO DE FITERO
1 de febrero
1163 d.C.



   Se piensa que nació en Tarazona. Estudió letras y llegó a ser canónigo de Tarazona. Pero desando llegar a más altas noblezas abrazó la vida religiosa en el monasterio cisterciense de Nuestra Señora de Scala Dei (Francia). Regresó a su tierra en 1139, (por indicación de San Bernando de Claraval) para extender la Orden del Cister. Se instaló provisionalmente en el monasterio de Yerga con el monje Durando como abad y él como prior. En 1141, se trasladaron a Niencebas, donde fundaron una iglesia dedicada a María, al morir Durando fue elegido abad. Acudió al capítulo general de la Orden del Cister en Francia, presidido por el papa cisterciense San Eugenio III.

   Fundó el monasterio Santa Maria de Fitero del que fue nombrado abad. Poco después en 1157, temió la ciudad de Toledo una irrupción de los sarracenos almohades. Cundió una noticia alarmante: los caballeros templarios iban a abandonar la fortaleza de Calatrava. Los almohades iban a ocuparla. Toledo estaba en peligro. Nadie se atrevió a defender la vanguardia oretana de Calatrava, que el rey ofrecía, ya que los templarios la habían abandonado.

   Uno de los monjes de Fitero, antiguo caballero de la Bureba, Diego Velázquez, sugirió en Toledo, a su abad Raimundo que tendrían que ofrecerse para la organización de la defensa. Por esta causa, Raimundo fundó en 1158 con los labradores y soldados la Orden militar de Calatrava "leones en tiempos de guerra, corderos en tiempos de paz" de la que es proclamado primer Gran Maestre. La Orden militar estaba bajo la regla de san Benito. Después de cinco años de abad de Calatrava, Raimundo se retiró a la villa de Ciruelos, cerca de Ocaña.

   Desde Ciruelos, Raimundo vigiló a los monjes caballeros y oró por ellos en los días de combate, como al conquistar Cuenca y recobrar Alcañiz. En los días de paz les infundió aquél espíritu de fe que les haría vencedores en las luchas oscuras del claustro. El Cister no vio con buenos ojos este cúmulo de acontecimientos y nuestro santo fue citado a comparecer para dar explicaciones de sus actos. Fue defendido en el capítulo general por Sancho de Castilla, Luis de Francia y el duque de Borgoña. La nueva fundación fue aprobada. Raimundo murió en Ciruelos, Toledo, viviendo la contemplación y la soledad en medio del fervor popular. Fue un hombre que vivió la voluntad de Dios, abrazado a la cruz y a la humildad. Sus restos reposan en la catedral de Toledo. La Congregación de Ritos aprobó el culto para la Orden Cisterciense en 1702, y para España en 1719 durante el pontificado de Clemente XI.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)