SAN RAFAEL ARCANGEL Y
SAN JUAN DE DIOS
San Juan de
Dios (1495-1550) era muy devoto de san Rafael. Una noche faltó
el agua en la fuente para el servicio y fue de madrugada a la plaza de
Vivarrambla con dos cántaros y tardó en volver por
hallarse bastante lejos. Cuando regresó al hospital,
halló en la cocina fregados los platos; el pan y todo preparado,
las camas hechas, las salas barridas y todo en orden. Preguntó,
extrañado, a los enfermos quién había hecho en su
ausencia los trabajos y todos le respondieron que él mismo.
- No puede ser que sea yo, cuando he estado lejos de aquí.
Insistieron en que había sido él, pues le vieron como
todos los días, realizando
los servicios.
Entonces, lleno de alegría, exclamó:
- En verdad, hermanos, mucho quiere Dios a sus pobres, pues
envía ángeles quelos sirvan. Y pensó que el
arcángel san Rafael, tomando su figura, había
realizado los trabajos.
Una noche muy fría y lluviosa, encontró el
siervo de Dios, al salir de la calle
Zacatín, un pobre aterido que pedía socorro. Juan le
dijo: - Venid conmigo, hermano, a nuestro hospital y pasaréis la
noche al abrigo. El pobre le dijo que estaba inválido y sin
fuerzas para sostenerse en pie. Y cargándolo sobre un hombro y
sobre el otro la capacha y las ollas con las viandas recogidas,
empezó a caminar con prisa, llevado de las fuerzas del
espíritu más que de las de su cuerpo, debilitado por
ayunos y trabajos. La carga era superior a su humanas fuerzas y Juan
cayó con sus limosnas y su pobre a la entrada de la calle de los
Gomérez… Al tratar de colocar de nuevo sobre su hombro al pobre,
un joven muy hermoso le ayudó y tomándole de la mano, en
ademán de acompañarle, le dijo:
- Hermano Juan, Dios me envía para que te ayude en tu ministerio
y para que sepas cuán acepto le es; sabe que todo lo que haces
por Él tengo a mi cargo
escribirlo en un libro.
Juan le preguntó quién era y respondió:
- Soy el arcángel Rafael, destinado por Dios para ser tu
compañero, guarda tuya y de todos tus hermanos.
.
Una tarde, en su hospital de Granada, a la hora de cenar,
se dio cuenta san Juan de Dios que iba a faltar el pan. Rezó a
Dios y, a los pocos minutos, se presentó un joven en la puerta
de la enfermería. Nuestro santo reconoció a su amigo y
protector san Rafael y dijo a los enfermos: “Ánimo, hermanos,
que los ángeles de Dios vienen a servirlos”. El arcángel
se acercó a Juan y con una gran familiaridad dijo: “Hermano
mío, nosotros formamos una sola Orden, porque hay hombres que
bajo un pobre vestido son iguales a los ángeles. Tomad el pan
que el cielo os envía”. Y desapareció dejando a Juan y a
los pobres, llenos de consolación y de alegría espiritual.
.
Otro día, llegaba la hora de la comida, no
tenía ni un pedazo de pan que dar a sus pobres. Sin embargo,
cogió la cesta y salió muy confiado en que había
de encontrar lo necesario. Al atravesar una calle, vio venir hacia
él un hombre a caballo, que le ofreció mayor cantidad de
pan de la que precisaba, desapareciendo en seguida. Juan de Dios,
regresó bendiciendo al Señor y él y cuantos
presenciaron el hecho, juzgaron que esta generosidad fue debida a un
ángel aparecido en figura humana.
.
Una víspera de Navidad se le informó que no
quedaba combustible para la cocina. En compañía de dos
hermanos, fue al bosque y comenzó a cortar leña. Aunque
se esforzaban mucho, era larga la tarea y se echaba encima la noche.
Entonces, se presentaron dos hombres vigorosos que, en menos de
una hora, derribaron árboles y cortaron en trozos las ramas,
formando haces en cantidad para varias carretas. Los dos religiosos
dijeron a Juan: “Si hubiera aquí un carro, podríamos
llevar leña para mucho tiempo”. El santo no contestó,
pero sonreía misteriosamente. - Hijos, no tengáis pena,
nosotros que la hemos cortado la llevaremos, contestaron los
leñadores celestes.
Se hizo la noche muy oscura y para que no se extraviaran o
rodaran por algún precipicio, dos luminosos hachones, llevados
por manos invisibles, iluminaron el camino a Juan y sus
discípulos. Pero su admiración llegó al colmo,
cuando, al entrar en el patio del hospital, encontraron colocada toda
la leña que vieron cortada en el monte.
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Estando gravemente enfermo en su última enfermedad,
recibió una noche la visita del arcángel san Rafael, que
le animó y le reveló el día de su muerte. Estando
moribundo, dijo a los que estaban a su lado: Esta noche pasada el
arcángel san Rafael me ha visitado, dándome la seguridad
de que el Señor me hará la misericordia de llamarme a su
lado. Después que me dieron la comunión, la
Santísima Virgen, san Rafael y san Juan Evangelista, me han
favorecido con su presencia, prometiéndome que serían los
protectores de la Obra que yo he comenzado.