SAN RAFAEL ARCANGEL Y
EL CONVENTO CARMELITA
El padre
Richa, jesuita, en un pequeño libro publicado en 1751, dice que
había en Florencia un monasterio de religiosas benedictinas muy
devotas de san Rafael. El confesor del convento, el carmelita padre
Alvizzo, tenía también mucha confianza en el
arcángel. Estas buenas religiosas tuvieron que sufrir una gran
prueba referente nada menos que a su reputación. El asunto fue
llevado hasta la Santa Sede y las religiosas estaban muy afligidas. Un
día, hacia las cinco de la tarde, oyeron dar fuertes golpes en
la puerta del convento. Acudió la hermana portera y
encontró a un joven peregrino que pedía limosna,
diciendo: “Voy a Roma y allí ayudaré, y a mi regreso les
traeré buenas noticias. Que la Comunidad rece durante nueve
días los salmos: “Los cielos pregonan la gloria de Dios” (Sal
129) y “Desde lo hondo a Ti grito, Señor” (Sal 130). Y que
enciendan nueve cirios de cera blanca en honor de los nueve coros
angélicos.
El confesor había sido consolado con una
visión de san Rafael y todas cumplieron el encargo a cabalidad.
Tiempo después, un domingo, 1 de octubre, hacia las seis de la
tarde, la Madre abadesa se hallaba con algunas religiosas, cuando un
joven llegó a ellas de prisa y les dijo: “Buenas noticias”. Y se
retiró. En efecto, el asunto había sido resuelto
favorablemente y ellas se vieron libres de toda preocupación. En
prueba de reconocimiento, la abadesa, Margarita Macci, hizo representar
en un cuadro a san Rafael con traje de peregrino tal como se les
había aparecido. Las religiosas establecieron la costumbre de
rezar todas las tardes, después de Completas, los tres salmos
recomendados por el arcángel. Además, durante nueve
días continuos antes de la fiesta de los santos
arcángeles del 29 de setiembre, encienden nueve cirios de cera
blanca en honor de los nueve coros de los ángeles.