SAN RÁBANO MAURO
4 de febrero
856 d.C.
Nació en
Maguncia, y según la costumbre de la época fue ofrecido
desde niño a la abadía de Fulda, donde pasó
prácticamente casi toda su vida. La escuela del monasterio que
se hallaba bajo la dirección del abate Bangulfo era muy famosa,
y Rabano correspondió con mucho ahínco a la
instrucción.
Después de
haber recibido una instrucción elemental en la abadía, la
completó en Tours, donde estudio durante dos años con
Alcuino de York. Alcuino le cobró mucho afecto y le apodó
“Mauro”, por el discípulo favorito de san Benito, y cuando el
joven había regresado a Fulda, le escribió cartas
conmovedoras llenas de consejos. "Sé un padre para los pobres y
necesitados", le dice en una de ellas, "sé humilde al servir a
los demás, generoso al otorgar beneficios y así
descenderán sobre ti sus bendiciones".
Siendo monje en Fulda,
en el 799, fue encargado de la escuela de la abadía; en el 801
fue ordenado diácono. En 805 los monjes, tuvieron una
época muy dura, cuando al hambre siguió la peste.
Más duro se le hizo a Rabano abandonar sus amados libros para
dedicarse a un trabajo manual, para el cual era bastante inepto. El
abad Rathgar había dado la orden de que todos los monjes
trabajaran en la obra de construcción. Fue ordenado sacerdote en
el 815, y bajo el abad san Egil, reanudó su labor
escolástica como profesor. Nunca omitió ninguna de las
prácticas prescritas por su Orden, aunque su labor de
enseñar y de escribir le llevaban mucho tiempo.
En 822, llegó a
ser abad y probablemente fue entonces cuando escribió la
mayoría de sus obras, particularmente las sesenta y cuatro
homilías que han llegado hasta nosotros y que ilustran su
competente método de enseñar, (aunque se quejaba
tristemente de que "es un gran impedimento el procurar que estos
jóvenes tengan lo suficiente para comer"). Era tan obediente a
la Santa Sede, que se le llamaba "el esclavo del Papa", y
aborrecía de tal modo la herejía, que para él todo
hereje era un anticristo; se basaba en la autoridad de los Padres para
todo lo referente a asuntos dogmáticos y desconfiaba de las
innovaciones. Su fama se había extendido tanto, que lo
encontramos continuamente en sínodos y concilios, en diversas
ciudades. Acabó los edificios del monasterio y construyó
iglesias y oratorios en todas las fincas que pertenecían a su
casa. También construyó uno o dos monasterios.
En el 847
renunció al cargo, pero en el mismo año fue nombrado
arzobispo de Maguncia, donde demostró notable capacidad. De
ahí en adelante, Rabano vivió quizá más
activamente que nunca: jamás suavizó su antigua regla de
vida, no bebía vino ni comía carne. Tres meses
después de haber sido elegido arzobispo, convocó un
sínodo, que dio por resultado una serie de resoluciones
referentes en su totalidad a una observancia más estricta de las
leyes de la Iglesia. Estas reglamentaciones le ganaron adversarios al
nuevo arzobispo; se formó una conspiración contra su
vida, pero se descubrió, y él perdonó a los
conspiradores magnánimamente. Un segundo sínodo tuvo
lugar en 852 y Rabano contribuyó a que se condenaran las
doctrinas del monje Gottschalk, que había estado difundiendo
doctrinas heréticas sobre la gracia y la predestinación,
basado sobre una exageración de las enseñanzas de san
Agustín. Rabano conservó sus energías casi hasta
el fin. Viajaba por la diócesis con sacerdotes letrados,
enseñando, predicando y reconciliando a los pecadores con Dios.
Fue célebre por su caridad hacia los pobres, cada día
invitaba a 300 menesterosos a su casa. Eminente estudioso,
promovió la instrucción del clero. Sus comentarios a la
Biblia, sus homilías, su Martirologio y sus obras poéticas
(probablemente fue quién compuso el "Veni creator spiritus")
revelan una mente válida aunque no original, empapada de las
Escrituras y de las obras de los Padres de la Iglesia. Aprendió
el griego, el hebreo, algo del siríaco. Se le dio el
título de “Preceptor de Alemania”.