SAN PEDRO JULIÁN EYMARD
2 de julio
1868 d.C.



   Nacido en La Mure d’Isére, (Grenoble-Francia) era hijo de un antiguo labrador arruinado, y trabajaba como herrero y afilador. Creció en el ambiente de la restauración con el afán de reconstruir la conciencia cristiana después de la revolución francesa.

   Hasta los 18 años trabajó duramente, al lado de su padre, en una prensa de aceite. Cuando surgió en él la vocación religiosa, su padre se opuso frontalmente. Estudió el latín a escondidas, esperando el momento oportuno. Luego obtuvo una beca municipal para estudiar en el colegio local, donde soportó muchas humillaciones. Después de pasar una difícil temporada en Grenoble junto a un sacerdote, volvió a Le Mure por la muerte de su madre. Ingresó en los Oblatos de Maria Inmaculada gracias a la intervención del futuro cardenal y arzobispo de París, Guibert; el padre cedió. Pero por razones de salud, tuvo que regresar a su casa, donde asistió a la muerte de su padre en 1831. Pero al fin consiguió estudiar en el seminario de Grenoble, gracias a la recomendación de san Eugenio de Mazenod, obispo de Marsella; en el seminario trabajó como enfermero, que desempeñó con amabilidad y sencillez. Fue ordenado sacerdote en 1834.

   Durante la monarquía de Julio parecía un hombre inquieto que no acertaba a vivir el ideal que perseguía trabajando en varias parroquias, (trabajó como cura rural, como su amigo san Juan Bautista María Vianney). En 1837 fue nombrado párroco de Monteynard, donde cambió la vida del pueblo hacia una vivencia real del cristianismo. Pero al conocer la Sociedad de María se sintió llamado a ella. Dejando su parroquia, después de vencer la negativa de su obispo que no quería darle la licencia, ingresó en la Sociedad haciendo los votos en 1840 en Lyon. Fue su superior provincial, pero pensó que este no era su camino y se le dispensó de los votos. Creyó que tal vez su puesto fuera entre los misioneros, pero se equivocó y no saldrá de su país. Tuvo el cargo de coadjutor de la parroquia de Chatte, donde demostró sus dotes de predicador y fervor religioso. Se volcó hacia los pobres.

   En 1856 fundó una orden eucarística, el Instituto de los sacerdotes del Santísimo Sacramento, que difundió la práctica de la adoración perpetua. En vez de una actividad exterior, convirtiendo fieles, buscaba el núcleo mismo de la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. También fundó la Congregación de Religiosas Siervas del Santísimo Sacramento junto con Margarita Guillot, y una archicofradía del Santísimo Sacramento que funcionó en muchas parroquias, llamada los Grupos del Santísimo Sacramento y también fundó la Asociación de sacerdotes adoradores. Era muy devoto de todos los sacramentos. De él se dice que cuando entraba en una iglesia, se paraba ante la pila bautismal y renovaba las promesas de su bautismo. Este fue su mensaje: "Sólo en la vuelta a Cristo Sacramentado está la salvación". Sobre su vida espiritual la resumió de esta manera: “El Señor me ha dirigido gradualmente... Me ha mostrado los sacrificios de manera gradual; en fin... hasta la separación, hasta la cruz, hasta el abandono”. Un día conoció a la señorita Tamisier, la cual entró en la Congregación de las Siervas del Santísimo Sacramento y junto con ella, organizó los Congresos Eucarísticos (el primero en Lille, en 1881) que aún hoy se celebran. Murió en La Mure de una enfermedad que se había quedado paralizado. Su beatificación tuvo lugar en 1925 y fue canonizado por SS Juan XXIII el 9 de diciembre de 1962.

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(Parroquia San Martín de Porres)