SAN OSCAR ARNULFO
ROMERO GALDAMEZ
1994 d.C.
24 de marzo
Arzobispo salvadoreño. Formado en Roma, inició su carrera
eclesiástica como párroco de gran actividad pastoral,
aunque opuesto a las nuevas disposiciones del Concilio Vaticano II. En
1970 fue nombrado obispo auxiliar de El Salvador, y en 1974 obispo de
Santiago de María.
En esta sede comenzó a aproximarse a la difícil
situación política de su país, donde desde
hacía décadas gobernaba el Ejército. Se
implicó de lleno en la cuestión una vez nombrado
arzobispo de El Salvador en 1977. Sus reiteradas denuncias de la
violencia militar y revolucionaria, que llegaba hasta el asesinato de
sacerdotes, le dieron un importante prestigio internacional. Ello no
impidió que, al día siguiente de pronunciar una
homilía en que pedía a los soldados no matar, fuese
asesinado a tiros en el altar de su catedral.
Era hijo de Santos Romero y Guadalupe Galdámez, ambos mestizos;
su padre fue de profesión telegrafista. Estudió primero
con claretianos, y luego ingresó muy joven en el Seminario Menor
de San Miguel, capital del departamento homónimo. De allí
pasó en 1937 al Colegio Pío Latino Americano de Roma,
donde se formó con jesuitas. En Roma, aunque no llegó a
licenciarse en Teología, se ordenó sacerdote (1942).
El año siguiente, una vez vuelto a El Salvador, fue nombrado
párroco del pequeño lugar de Anamorós
(departamento de La Unión), y luego párroco de la iglesia
de Santo Domingo y encargado de la iglesia de San Francisco
(diócesis de San Miguel). Trabajador y tradicionalista,
solía dedicarse a atender a pobres y niños
huérfanos. En 1967 fue nombrado Secretario de la Conferencia
Episcopal de El Salvador (CEDES), estableciendo su despacho en el
Seminario de San José de la Montaña que, dirigido por
jesuitas, era sede de la CEDES. Tres años después el papa
Pablo VI lo ordenó obispo auxiliar de El Salvador.
Crítico por entonces de las nuevas vías abiertas por el
Concilio Vaticano II (1962-1965), Monseñor Romero no tuvo buenas
relaciones con el arzobispo Chávez y González, ni tampoco
con un segundo obispo auxiliar, Arturo Rivera y Damas. Movido por
aquella postura, cambió la línea del semanario
Orientación (que desde entonces disminuyó notablemente su
difusión). También atacó, sin demasiado efecto, al
Externado de San José y a la Universidad Centroamericana (UCA),
instituciones educativas dirigidas por jesuitas y, finalmente, a los
propios jesuitas, contribuyendo a apartarlos en 1972 de la
formación de seminaristas (sustituidos por sacerdotes diocesanos
y nombrado él mismo Rector, el Seminario debió cerrar
medio año después).
A pesar de esta serie de fracasos, gozaba del apoyo del Nuncio
Apostólico de Roma, y fue nombrado obispo de Santiago de
María en 1974. De gran dedicación pastoral,
promovió asociaciones y movimientos espirituales, predicaba
todos los domingos en la catedral, y visitaba a los campesinos
más pobres. Bien visto por ello entre los sacerdotes de su
diócesis, se le reprochó cierta falta de
organización y de individualismo. En 1975, el asesinato de
varios campesinos (que regresaban de un acto religioso) por la Guardia
Nacional le hizo atender por primera vez a la grave situación
política del país.
Así, cuando el 8 de febrero de 1977 fue designado arzobispo de
El Salvador, las sucesivas expulsiones y muertes de sacerdotes y laicos
(especialmente la del sacerdote Rutilio Grande) lo convencieron de la
inicuidad del gobierno militar del coronel Arturo Armando Molina.
Monseñor Romero pidió al Presidente una
investigación, excomulgó a los culpables, celebró
una misa única el 20 de marzo (asistieron cien mil personas) y
decidió no acudir a ninguna reunión con el Gobierno hasta
que no se aclarase el asesinato (así lo hizo en la toma de
posesión del presidente Carlos Humberto Romero del 2 de julio).
Asimismo, promovió la creación de un "Comité
Permanente para velar por la situación de los derechos humanos".
El Nuncio le llamó al orden, pero él marchó en
abril a Roma para informar al Papa, que se mostró favorable. En
El Salvador, el presidente endureció la represión contra
la Iglesia (acusaciones a los jesuitas, nuevas expulsiones y
asesinatos, atentados y amenazas de cierre a medios de
comunicación eclesiásticos). En sus homilías
dominicales en la catedral y en sus frecuentes visitas a distintas
poblaciones, Monseñor Romero condenó repetidamente los
violentos atropellos a la Iglesia y a la sociedad salvadoreña.
En junio de 1978 volvió a Roma y, como la vez anterior, fue
reconvenido por algunos cardenales y apoyado por Pablo VI.
Continuó, pues, con idéntica actitud de denuncia,
ganándose la animadversión del gobierno
salvadoreño y la admiración internacional. La Universidad
de Georgetown (EE.UU.) y la Universidad Católica de Lovaina
(Bélgica) le concedieron el doctorado honoris causa (1978 y 1980
respectivamente), algunos miembros del Parlamento británico le
propusieron para el Premio Nobel de la Paz de 1979, y recibió en
1980 el "Premio Paz", de manos de la luterana Acción
Ecuménica de Suecia.
Aunque no hay certezas al respecto, se ha afirmado que el 8 de octubre
de 1979 recibió la visita de los coroneles Adolfo Arnoldo Majano
Ramos y Jaime Abdul Gutiérrez, quienes le comunicaron
(también al embajador de Estados Unidos) su intención de
dar un golpe de estado sin derramamiento de sangre; llevado a efecto el
15 de octubre, Monseñor Romero dio públicamente su apoyo
al mismo, dado que prometía acabar con la injusticia anterior.
En enero de 1980 hizo otra visita más a Roma (la última
había sido en mayo de 1979), ahora recibido por Juan Pablo II,
que le escuchó largamente y le animó a continuar con su
labor pacificadora.
Insatisfecho por la actuación de la nueva Junta de Gobierno,
intensificó los llamamientos a todas las fuerzas
políticas, económicas y sociales del país, la
Junta y el ejército, los propietarios, las organizaciones
populares, sus sacerdotes e incluso a los grupos terroristas para
colaborar en la reconstrucción de El Salvador y organizar un
sistema verdaderamente democrático. El 17 de febrero de 1980
escribió una larga carta al presidente estadounidense Jimmy
Carter, pidiéndole que cancelase toda ayuda militar, pues
fortalecía un poder opresor.
Finalmente, el 23 de marzo, Domingo de Ramos, Monseñor Romero
pronunció en la catedral una valiente homilía dirigida al
Ejército y la Policía. Al día siguiente, hacia las
seis y media de la tarde, durante la celebración de una misa en
la capilla del Hospital de la Divina Providencia, fue asesinado en el
mismo altar por un francotirador. Se atribuyó el crimen a grupos
de ultraderecha, afirmándose que la orden de disparar
habría sido dada por el antiguo Mayor Roberto D'Aubuisson (uno
de los fundadores, posteriormente, del partido Alianza Republicana
Nacionalista, ARENA); sin embargo, no se detuvo a nadie y
todavía en la actualidad permanecen sin identificación y
castigo los culpables.