SAN OSCAR
3 de febrero
865 d.C.
Nació en Amiens, desde niño fue acogido entre los
benedictinos de la Vieja Corbie en Picardía y allí fue
educado bajo el abad san Adalardo y el maestro san Pascasio Radberto.
En el 814 pidió su ingreso en la Orden Benedictina.
Recibió algunas revelaciones místicas que soldaron
más su alma en el ideal cristiano. Realizó sus
estudió con gran pasión y se esforzó tanto en
adquirir las virtudes cristianas que a los 18 años fue
considerado lo suficiente maduro para estar al cargo de los
niños oblatos.
Después de su
profesión monástica fue trasladado en el 822, a fundar la
Nueva Corbie, en Westfalia, donde fue profesor o escolástico. En
el 826 fue enviado a tierras del norte, cuando Ludovico Pío
decidió ayudar a Harald, aspirante al trono de Dinamarca. Fue
capellán del rey Harald de Dinamarca, al quien bautizó.
Su misión empezó abriendo una escuela para niños
en el palacio real donde se les instruyó en el cristianismo,
pero la misión fracasó por el ambiente de la corte y las
pocas personas convertidas. Cuando Harald perdió su reino, Oscar
tuvo que irse de Dinamarca y regresó a su abadía.
En el año 829,
con 30 años, el rey de Suecia solicitó misioneros para su
país, y el abad Wala envió otra vez a Oscar que
embarcó en Schleswing con otros dos monjes: Autmaro y Gislemaro
hacia la tierra de los vikingos. Atravesó Jutlandia. Cayó
en poder de los piratas, que le robaron los libros, pero pudo
evangelizar la región de Birka.
Fue nombrado primer obispo de Bremen-Hamburgo (831) se ocupó de
la cristianización de toda Escandinavia, construyendo iglesias y
un monasterio. Los misioneros fueron expulsados de Suecia, los normando
devastaron Hamburgo y Carlos el Calvo se apropió de los bienes
que le permitían subsistir a la sede episcopal. Había que
volver a empezar: otra vez: los daneses, Suecia de nuevo... A pesar de
sus milagros (según él, el mayor milagro que podía
hacer Dios era convertirle en un hombre bueno), aparentemente no
había conseguido nada, pero no pidió explicaciones a la
Providencia y sin duda sabe que los grandes logros históricos no
son nada vistos desde la eternidad. De regreso a Roma, Gregorio IV le
nombró su arzobispo-legado para la región escandinava con
el título de obispo de Hamburgo. Existe una carta en la que
afirma que todos los éxitos apostólicos son de sus
discípulos. La humildad invadirá su vida. Murió en
Bremen cuya diócesis se había unido a la de Hamburgo. Es
el apóstol de los países escandinavos. Patrón de
Hamburgo y Bremen, de Dinamarca y Suecia.