El antiguo Martirologio decía: "En Roma, en
el campo Verano, San León, Obispo y mártir". La
inscripción de su sepulcro no sugiere que fuera mártir,
ya que dice que él, todavía pagano, con el fruto de su
trabajo y por vanidad mundana, todo aquello que se encontraba en su
sepulcro; más tarde despreció las riquezas y
prefirió seguir a Cristo y desde este momento distribuyó
sus bienes entre los pobres; después se inscribió entre
el clero y mereció ser consagrado obispo; murió con
más de ochenta años.