SAN NARSETE Y
JOSÉ
10 de noviembre
342 d.C.
En el
año cuarto de la
terrible persecución que desató en Persia Shapor II,
fueron arrestados el obispo de Sahgerd, llamado Nerseo (o Narsete), y
su discípulo José. Shapor II se hallaba entonces en dicha
ciudad. Cuando los reos comparecieron ante él, el soberano dijo
a Nerseo: «Tus cabellos grises y la juventud de tu
discípulo me inclinan a la benevolencia. Piensa en tu propia
vida. Ofrece sacrificios al sol, y yo te cubriré de
honores». Nerseo respondió: «Tus halagos no nos
engañan. Yo tengo ya más de ochenta años y he
servido a Dios desde niño. Ruego a Dios que me preserve de todo
mal, que no permita que yo le traicione, adorando la obra de sus
manos». Como el rey le amenazase con la muerte, el anciano
replicó: «Aunque nos mataras siete veces, no
cederíamos». Entonces se sacó a los mártires
fuera del campamento.
En el sitio de la
ejecución, donde se hallaba reunida una gran multitud,
José dijo al obispo: «Mirad a esa multitud que está
esperando que la bendigáis antes de subir a la Patria».
Nerseo le abrazó y le dijo: «Feliz de ti, bendito
José, que has roto las cadenas de este mundo y has entrado por
el sendero estrecho que conduce al Reino de los Cielos». Los dos
fueron decapitados.
En las mismas Actas se narra también el
triunfo de otros mártires. Uno de ellos fue un eunuco de palacio
que se negó a ofrecer sacrificios. Vardano, un sacerdote que
había apostatado por miedo al martirio, fue el encargado de
darle muerte. Cuando Vardano vio a su víctima, se echó a
temblar y no se atrevió a proceder a la ejecución. El
mártir le dijo: «¿Cómo podéis matarme
vos, que sois sacerdote? Seguramente que me equivoco al daros el nombre
de sacerdote. Haced lo que tenéis que hacer, pero no
olvidéis la muerte del apóstata Judas». El
impío Vardano dio un paso vacilante y apuñaló al
mártir.