SAN MALAQUÍAS
DE ARMAGH
1148 d.C.
2 de noviembre
En el siglo IX empezó Irlanda a experimentar los efectos de las
invasiones que habían asolado a otros países. En efecto,
los bárbaros conocidos con el nombre genérico de
orientales, hicieron incursiones en las regiones costeras, y los
daneses establecieron colonias permanentes en Dublín y otras
ciudades. Por dondequiera que iban cometían asesinatos,
demolían monasterios y quemaban bibliotecas. To do ello
debilitó mucho al poder civil; los reyezuelos locales, que
luchaban contra el enemigo de fuera y se destruían entre
sí, perdieron mucha autoridad. El trato prolongado e inevitable
entre los nativos y los opresores de la religión y de la ley
trajo consigo una relajación gradual de la fe y las costumbres.
Así pues, aunque Irlanda no llegó nunca a caer en el
grado de iniquidad que suponían ciertos ingleses y algunos
hombres de iglesia extranjeros (incluso San Bernardo), se hallaba sin
embargo en un estado lamentable cuando estalló la guerra civil,
tras la derrota definitiva de los daneses, en Clonfart (1014).
Precisamente en esa época de confusión, del año
1095, nació Malaquías O´More. El niño se
educó en Armagh, donde su padre era maestro de escuela.
Malaquías era un niño juicioso y piadoso. Después
de la muerte de sus padres, se fue a vivir con un ermitaño
llamado Eimar. San Celso, arzobispo de Armagh, juzgándole digno
del sacerdocio, le ordenó a los veinticinco años. El
arzobispo le encargó que predicase la palabra de Dios al pueblo
y extirpase las malas costumbres que abundaban en su diócesis.
San Bernardo, en su biografía de San Malaquías, dice que
éste "quemó las ramas y la hojarasca inútil y
aplicó el hcha a los árboles de raíz podrida". En
una palabra, el santo se entregó a su tarea con gran celo. Sin
embargo, temía no conocer suficientemente los cánones
eclesiásticos para reformar a fondo la disciplina y el culto,
por lo que acudió a San Malco, obispo de Lismore, quien se
había educado en Winchester, en Inglaterra, y era famoso por su
ciencia y su virtud. San Malco le acogió muy bien, le
instruyó en todo lo referente al servicio divino y al bien de
las almas y al mismo tiempo, le empleó en los ministerios de su
iglesia.
Un tío de San Malaquías, que a pesar de ser lego era abad
de San Comgall, se había apoderado de las rentas de la gran
abadía de Bangor, la cual se hallaba en un estado lamentable. En
1123, el abad renunció a su dominio sobre Bangor, en favor de su
sobrino, para que éste restableciese la observancia regular en
la abadía. San Malaquías cedió a otra persona las
tierras de la abadía, a pesar de las protestas. San Bernardo le
alaba por eso, pero hace notar que "llevó demasiado lejos su
desinterés y su espíritu de pobreza, como lo demostraron
después los hechos." Con diez miembros de la comunidad de Eimar,
San Malaquías construyó la abadía, empleando
madera, como se acostumbraba en Irlanda. La gobernó durante un
año. "Era una regla viviente, un espejo brillante, un libro en
el que todos podían aprender los preceptos de la verdadera vida
religiosa." La fama del santo aumentó con los milagros que
obró. San Bernardo refiere algunos. A los treinta años de
edad, San Malaquías fue elegido obispo de Connor. Los cristianos
de su diócesis apenas lo eran más que de nombre, pues los
daneses habían dominado ahí largo tiempo. El santo hizo
cuanto pudo por convertir en corderos a aquellos lobos. El y sus monjes
predicaron con energía apostólica, uniendo la severidad a
la dulzura. Cuando las gentes no acudían a la iglesia a
oírle predicar, San Malaquías iba a buscarles en sus
casas. Así consiguió sembrar la bondad y piedad en
algunos de los más duros, restableció el uso frecuente de
los sacramentos, pobló la diócesis de pastores celosos y
volvió a instituir la celebración regular de las horas
canónicas, pues desde las invasiones de los daneses
habían caído en desuso aun en las ciudades. En esa tarea
le sirvieron los conocimientos de música sacra que había
adquirido en su juventud. Pero en 1127, un reyezuelo del norte
devastó Andrim y Down y expulsó a la comunidad de Bangor,
donde vivía San Malaquías. El santo se retiró
entonces con algunos de sus monjes a Lismore y después a
Iveragh, en Kerry, donde organizó nuevamente la vida
monástica.
En 1129, murió San Celso de Armagh. La sede metropolitana
había estado en manos de su familia durante varias generaciones.
Para romper esa nociva costumbre San Celso ordenó en su lecho de
muerte que su sucesor fuese Malaquías, a quien envió su
b´culo pastoral. Sin embargo, los parientes de San Celso
instalaron en la sede a su primo Murtagh y, durante tres años,
San Malaquías no intentó apoderarse de la
diócesis. Finalmente, se dejó convencer por el legado
pontificio Gilberto de Limerick, por San Malco y algunos otros y,
protestando que renunciaría al gobierno de la sede en cuanto
hubiese restituido el orden, se trasladó de I veragh a Armagh.
Hizo cuanto pudo por tomar en sus manos el gobierno de su
diócesis; sin embargo, para evitar los desórdenes y el
derramamiento de sangre, no intentó entrar en la cabecera de la
diócesis ni apoderarse de la catedral. Murtagh murió en
1134, no sin haber nombrado por sucesor a Niall, hermano de San Celso.
Ambos bandos estaban armados, y San Malaquías determinó
hacerse entronizar en su catedral. Los partidarios de Niall se
presentaron de improviso en una reunión de los partidarios de
San Malaquías, pero fueron dispersados por una tempestad tan
violenta, que doce hombres murieron calcinados por el rayo. San
Malaquías consiguió tomar posesión de su
diócesis. Sin embargo, la paz no reinaba en ella, pues Niall se
había llevado de Armagh dos reliquias muy veneradas, y el pueblo
consideraba como legítilmo arzobispo a quien las tenía en
su poder. Consistían en un libro (probablemente el "Libro de
Armagh") y una cruz pastoral llamada "el báculo de
Jesús": el pueblo creía que ambas habían
pertenecido a San Patricio. Esto explica por qué muchos eran
partidarios de Niall y perseguían violentamente a
Malaquías. Uno de ellos invitó al santo a una conferencia
para asesinarle. San Malaquías, rontra el parecer de sus amigos,
acudió a la reunión, dispuesto a sufrir el martirio por
la paz; pero su valor y tranquila dignidad desarmaron a sus enemigos, y
se firmó la paz. Sin embargo, San Malaquías tuvo que
conservar su guardia de corps hasta que recuperó el
báculo y el libro y fue reconocido como arzobispo por todo el
pueblo. Habiendo roto así la tradición de la
sucesión hereditaria y restablecido la disciplina y la paz en la
sede, insistió en renunciar a la digni dad archiepiscopal y
consagró por sucesor suyo a Gelasio, abad de Derry. En 1137
regresó a su antigua sede.
San Malaquías dividió su diócesis, consagró
a un nuevo obispo para Connor y se reservó para sí la
región de Down. Ya sea en Downpatrick, o más probable
mente en las ruinas del monasterio de Bangor, estableció una
comunidad de canónigos regulares, con quienes vivía
siempre que se lo permitían sus actividades pastorales. Dos
años después, emprendió un viaje a Roma para
informar a la Santa Sede de todo lo que había hecho. Entre otras
cosas quería conseguir el palio para los arzobispos de Armagh y
de otra sede metropolitana que San Celso había establecido en
Cashel. San Malaquías desembarcó en Inglaterra y se
trasladó a York, donde conoció a Waltheof de Kirkham,
quien le regaló un caballo. Después pasó a
Francia, atravesó la Borgoña y llegó a la
abadía de Claraval Ahí conoció a San Bernardo,
quien se convirtió en fiel amigo, fue admirador suyo y,
más tarde, escribió su biografía. Malaquías
quedó tan edificado por el espíritu de los cistercienses,
que concibió el deseo de compartir su vida de penitencia y
contemplación y acabar ahí sus días. En Ivrea del
Piamonte restituyó la salud al hijo de su huésped, que
estaba al borde de la muerte. El Papa Inocencio II se negó a
aceptar la renuncia del santo, aprobó cuanto había hecho
en Irlanda, le nombró legado suyo en ese país y
prometió que concedería los palios, si se le
pedían oficialmente. En el viaje de regreso, San
Malaquías volvió a pasar por Claraval, donde, como dice
San Bernardo, "nos bendijo por segunda vez". Como no podía
quedarse con aquellos siervos de Dios, San Malaquías dejó
ahí a cuatro de sus compañeros, quienes, en 1142,
volvieron a Irlanda con el hábito del Cister e instituyeron la
abadía de Mellifont, de la que se originaron muchas otras. San
Malaquías volvió a su patria por Escocia, donde el rey
David le rogó que curase a su hijo, quien estaba muy enfermo. El
santo dijo al prícipe: "Ten buen ánimo. No morirás
de esta enfermedad." En seguida le roció con agua bendita. Al
día siguiente, Enrique estaba completamente curado.
En 1148, los obispos y el clero reunidos en un sínodo en
Inishpatrick, cerca de Skerries, resolvieron pedir oficialmente a Roma
el palio para los dos metropolitanos. San Malaquías fue
comisionado para entrevistarse con el Papa Eugenio III, quien se
hallaba entonces en Francia. Pero la suspicacia política del rey
Esteban retrasó al santo en Inglaterra y, cuando él
llegó a Francia, el Papa ya había partido para Roma.
Así pues, San Malaquías pudo ir a Claraval, donde San
Bernardo y sus monjes le acogieron gozosamente. Después de la
celebración de la misa de la fiesta de San Lucas, San
Malaquías se sintió enfermo y hubo de guardar cama. Los
monjes le atendieron solícitamente, pero el santo les dijo que
todo era inútil, pues iba a morir de aquélla enfermedad.
Además, insistió en bajar a la iglesia a recibir los
ñultimos sacrametos, y rogó a los monjes que siguiesen
orando por él después de su muerte. También les
encomendó que pidiesen por las almas de todos sus feligreses y
él prometió, por su parte, no olvidarlos ante Dios. San
Malaquías murió el día de difuntos de 1148, en
brazos de San Bernardo, y fue sepultado en Claraval. En su segundo
sermón sobre San Malaquías, San Bernardo decía a
sus monjes: "Quiera él proteger con sus méritos a
aquellos a quienes instruyó con su ejemplo y confirmó con
sus milagros." Además, San Benardo tuvo la audacia de cantar, en
la misa de cuerpo presente, la postcomunión de la misa de un
obispo confesor. El Papa Clemente III confirmó, en 1190, aquella
"canonización de un santo por otro santo". San Malaquías
fue el primer irlandés canonizado por un Papa. Los
cistercienses, los canónigos regulares y todas las
diócesis de Irlanda celebran su fiesta. San Malaquías
hizo por la unificación de la Iglesia en Irlanda lo que Sab
Teodoro había hecho 500 años antes, por la de Inglaterra.
Nuestro artículo sobre San Malaquías quedaría
incompleto, si no hiciésemos mención de las
"profecías" sobre los Papas, que se le atribuyen. Consisten en
la atribución de ciertos rasgos y características a los
Papas, desde Celestino II (1143-1144) hasta el fin del mundo, cuando
reine "Pedro el Romano". Las provesías están formuladas
como lemas o títulos simbólicos. El que las reveló
al mundo fue Dom Arnoldo de Wyon, O.S.B., en 1595. El benedictino las
atribuyó a San Malaquías, pero sin explicar por
cuáles razones y sin decir siquiera dónde las
había encontrado. Un jesuita del siglo XVII sostuvo que
habían sido inventadas por un partidario del cardenal
Simoncelli, durante el cónclave de 1590, pero, en 1871, el P.
Cucherat escribió un libro en el que afirmaba que las
profecías habían sido reveladas en Roma a San
Malaquías, el cual las comunicó por escrito a Inocencio
II. Las profecías habían quedado olvidadas en los
archivos pontificios durante 450 años, hasta que las
descubrió Dom de Wyon. Está fuera de duda que las
profecías son espurias y no tienen nada que ver con San
Malaquías. Un examen superficial revela que los lemas que
caracterizan a los Papas hasta Gregorio XIV (1590), son muy precisos
(con frecuentes alusiones a los apellidos italianos) y se cumplieron a
la letra. Por el contrario, los lemas de los siguientes
Pontífices son vagos, generales y no siempre se aplican a los
hechos, por más esfuerzos que se hagan por ensanchar su sentido.
El lema de Pío XII era "Pastor Angelicus" (Pastor
angélico), algo bastante común; en cambio el de San
Pío V era "Ángel del bosque" y el de Benedicto XIV
"Animal rústico".