SAN LUIS DE ANJOU
1297 d.C.
19 de agosto



   Nació en Nocera cerca de Salerno, era el segundo de 14 hermanos e hijo de Carlos II de Anjou. Pariente de san Luis IX, rey de Francia y de santa Isabel de Hungría. Su padre, Luis, fue hecho prisionero de los aragoneses, y el abuelo murió un año después. Luis ofreció su propia vida por el rescate de su padre, liberado después de entregar como rehenes a sus tres hijos Luis, Roberto y Raimundo.

   En Barcelona fue tratado con respeto junto con sus otros tres hermanos, que llevaron una vida casi monástica, dirigidos por Luis que era el mayor. Una vez liberado, renunció a todos sus derechos en favor de su hermano Roberto y se retiró a la meditación y penitencia en Castel dell’Uovo (Nápoles).

   En 1296 a los 22 años, fue ordenado sacerdote. Poco después el Papa San Celestino V lo consagraba obispo y cuando la diócesis de Tolosa quedó vacante, Luis debió aceptarla por obediencia. Durante el viaje, siempre rehusó los honores que todas las ciudades creían deber tributar al sobrino e hijo de reyes, que había renunciado a la corona para vestir el sayal de la Orden de los Hermanos Menores. Nunca quiso habitar en palacios sino que fue siempre huésped en los conventos más pobres.

   Grande fue la admiración de los tolosanos cuando vieron a aquel obispo de veintitrés años, de sangre real, llevar vida de fraile y rodearse de pobres. Visitaba a los enfermos, socorría a los prisioneros, se ocupaba de los hebreos. Pero la prisión y la vida de penitencia habían minado su salud. A pesar de esto quiso estar presente en Roma en la canonización del hermano de su abuelo, el gran san Luis IX rey de Francia. Fue un maltrato del cual el joven obispo tuberculoso, presa de continuas hemotisis, no se repuso más. Murió dulce y piadosamente, en Brignoles, Provenza, a los veintitrés años, siguiendo pronto a su real antepasado en la gloria de los altares.
Así el príncipe que renunció al trono para hacerse franciscano y quizás el más joven obispo que haya llegado a la santidad, es recordado no sólo en la historia de la piedad, sino también en la de la literatura y en el arte. Enterrado primero en la iglesia franciscana de Marsella, Alfonso V rey de Aragón transportó sus reliquias a la catedralo de Valencia en 1423.

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(Parroquia San Martín de Porres)