SAN LUCIFERO DE
CAGLIARI
20 de mayo
370 d.C.
Su
padre, hombre violento y ateo, le puso de nombre Lucifer como
provocación contra la Iglesia. Lucifer en cambio, se hizo santo
y fue elegido obispo de Cagliari. Doctrinalmente fue bastante
intransigente y tuvo, una vez muerto, dificultades con la
Inquisición. Fue un hombre de su tiempo. Una roca contra la
herejía arriana. Se opuso a la condena de san Atanasio de
Alejandría, junto con santos Eusebio de Vercelli y Dionisio de
Milán, por ello fue exiliado en el 355, por el emperador
Constante, después del concilio de Milán donde
representaba al Papa. Escribió muchas cartas y muchos
opúsculos, pero su genio intempestuoso le valieron muchos
enemigos, e incluso, llegó a ahondar más en el cisma de
la Iglesia de Antioquía entre Melecio y Eustacio,
poniéndose al lado de los nicenos intransigentes. A pesar de
todo ello volvió a su sede y sus feligreses le honraron como
santo.
El
partido de los rigoristas de Nicea, llamados en la historia
precisamente «Luciferinos», continuó brevemente a la
muerte del obispo, liderado por san Gregorio de Elvira, pero nunca
llegó a romper formalmente la comunión de la Iglesia, y,
aunque la actuación de estos obispos no haya sido de lo
más oportuna ni mucho menos eficaz, la tradición los ha
mirado con indulgencia, y resaltado la santidad de sus intenciones y
sus disposiciones, más que la pobreza de sus resultados.