SAN JUAN SARKANDER
17 de marzo
1620 d.C.
Nació en Skoczów en la Silesia austriaca. Al morir sus
padres cuando era un niño, se fue a vivir con hermanastro mayor
a Príbor, Moravia; aquí estudió en los jesuitas,
hasta que tuvieron que cerrar el colegio por culpa de la peste en 1599,
y tuvo que marcharse a Praga en otro colegio de la
Compañía. Obtuvo el magisterio en Filosofía en
1603. En 1604 empezó la Teología en Graz, Austria.
En 1606,
abandonó la carrera sacerdotal y se decidió por el
matrimonio, firmando un contrato matrimonial con una joven luterana,
Ana Plaska, para cuya dote adquirió algunas propiedades, pero la
novia falleció antes del matrimonio y Juan volvió a su
antigua vocación sacerdotal. En 1609 fue ordenado sacerdote en
la ciudad de Brno. Primero fue coadjutor de su hermano Nicolás
en Jaktar, luego en Unicov. Arrestado su hermano, a Juan también
le arrestaron sospechando que era antiimperial, pero al no poder probar
nada, lo soltaron.
En 1611 fue nombrado
párroco de Chavarty, junto a Olomuc, donde tuvo problemas con la
feligresía pues se negaba a cantar en lengua vulgar durante la
misa. Como el cardenal Dietrichstein no le dio la razón
tuvo que abandonar la parroquia. En 1612 fue párroco en Zdouek,
donde trabajó tres años con gran intensidad
apostólica, fue trasladado a Bakowice, en donde había una
nutrida comunidad de Hermanos Moravos, protestantes, y en 1616 fue
nombrado párroco de Holleschau en Moravia, sede del movimiento
protestante hussita, y de los hermanos moravos. Tenía una
misión: avalar la instalación de un colegio jesuita.
Convirtió a muchos hussitas y hermanos bohemios.
En 1618, a principios
de la guerra de los treinta años, se levantó una revuelta
en Moravia; los protestantes tomaron las riendas del gobierno y
empezaron a perseguir a todas las instituciones católicas. Por
consejo dé sus amigos, san Juan salió de Holleschau y se
fue a Cracovia, donde permaneció por algunos meses. Tan pronto
como la prudencia se lo aconsejó, volvió a su parroquia y
comenzó a reorganizar su dispersada grey. El país se
encontraba en completo desorden; en febrero de 1620, las tropas polacas
del rey Segismundo II Vasa, enviadas a ayudar al emperador, entraron en
Moravia, cometiendo toda clase de pillajes. Cuando se acercaban a
Holleschau, Sarkander, a la cabeza de sus feligreses, salió a
encontrarlos, llevando consigo el Santísimo Sacramento. Como
piadosos cristianos, los polacos desmontaron de sus cabalgaduras, se
arrodillaron y pidieron la bendición al sacerdote. No solamente
dejaron a Holleschau intacto, sino que dieron orden a las tropas que
los seguían de pasar sin tocar la población.
Sarkander fue el
héroe de Holleschau, pero con esto firmó su sentencia de
muerte. Bitowsky, su enemigo, lo acusó inmediatamente de haber
traído a los polacos al país. Su viaje a Polonia fue mal
interpretado y fue declarado culpable de haber planeado la
incursión polaca, como agente del barón de Moravia,
Ladislao Poppel von Lobkovitz. Lo llevaron a Olmutz, fue puesto en
cadenas y confinado a un calabozo subterráneo. La
comisión que se encargó de su caso estaba casi totalmente
formada por husitas. Le instaron a declarar quién había
traído a las tropas polacas, y qué cosas le había
revelado el barón von Lobkovitz en confesión. Sarkander
negó el haber tenido que ver con la incursión polaca, y
se rehusó terminantemente a divulgar los secretos de
confesión. Fue atormentado en el caballete en la forma
más ruda; luego le hicieron quemaduras con antorchas. Aun
así, después de haberle dado tormento otra vez más
durante tres horas consecutivas, le fue untada una mezcla de resina,
sulfuro y aceite y luego le prendieron fuego. Sobrevivió un mes
a estas atrocidades, en el que continuamente oraba, hasta que el 17 de
marzo, después de recibir los últimos sacramentos,
apaciblemente fue a gozar de su recompensa.
Las palabras que dijo
Sarkander a aquellos que querían hacerle revelar los secretos de
confesión son dignas de mención: «No sé
nada, y nada me ha sido confiado a mí en el santo sacramento de
la penitencia. Cualquier cosa que se me haya confiado en
confesión, no ha sido retenida en mi memoria; la enterré
en el olvido para veneración del inviolable secreto de la
confesión y con la ayuda de Dios prefiero ser hecho pedazos,
antes que violar sacrilegamente este sacramento»
La noticia de una muerte tan cruel se difundió
rápidamente y dio origen a una veneración que se ha
mantenido hasta nuestros días, especialmente en Moravia, Silesia
y en todas las regiones del ex imperio de Austria. El proceso de
beatificación fue introducido en 1715, pero las vicisitudes
históricas poco favorables no permitieron concluirlo antes del
11 de septiembre de 1859. El papa Pio IX lo proclamó beato, el 6
de mayo de 1860, y el Papa Juan Pablo II lo canonizó el 21 de
mayo de 1995.