SAN JUAN MARÍA VIANNEY
(El Cura de Ars)
4 de agosto
1859 d.C.
Nació
en Dardilly (Lyon), en el seno de una familia de campesinos. Se dice que
un día fue alojado en su casa San Benito José Labré,
que pagó con su bendición la hospitalidad que le brindaron.
Juan María tenía siete años cuando reinaba el Terror
en París y los curas eran desterrados o asesinados. A los trece años
recibió la primera comunión, durante el segundo Terror, cuando
fue cerrada la iglesia de Dardilly y las tropas de la Convención atravesaron
esta parroquia; su primera comunión fue ordenado en total clandestinidad.
A los diecisiete años aprendió a leer y a escribir y trabajaba
como pastor para su familia.
Su vocación parece
que se debió a un encuentro con un sacerdote refractario. Después
de esperar dos años, obtuvo el permiso paterno para entrar en la escuela
presbiteral fundada por el párroco de Ecully (el abate Balley). Después
de ser liberado por una amnistía de una situación involuntaria
de deserción al servicio militar durante el imperio de Napoleón
(él no se sintió nunca culpable de esta irregularidad, que
produjo represalias a la familia), afrontó la dificultad de los estudios
en los seminarios de Verrières (donde tuvo como compañero de
estudios a san Marcelino de Champagnat y al venerable Colin) y luego de Lyon
(era frágil de salud, y no dotado de grandes luces intelectuales).
Con la ayuda del abate Balley pudo completar los estudios, después
de haber sido despedido del seminario de Lyon por insuficiencia intelectual.
Hizo una peregrinación a la tumba de san Juan Francisco de Regis en
Louvesc, para pedirle la gracia de poder aprender lo suficiente para ser
sacerdote. Fue ordenado sacerdote en 1815, a los 29 años, en Grenoble,
pero sin tener facultad de confesar.
Nombrado primero vicario
de Ecully por tres años (1815-1818), después de haber completado
su formación teológica y pastoral; recibió el permiso
para confesar y desarrolló una gran labor entre los pobres. Fue enviado
de capellán a Ars-en-Dombes, pueblo perdido y humilde. Para poder
convertir a aquellas rudas gentes, se pasaba días enteros delante
del sagrario, orando, hasta que el pueblo, se dio cuenta de lo que hacía;
de este modo aquel pueblo, difícil y descristianizado, se convirtió
en una parroquia ejemplar y en centro de peregrinación de toda Europa.
Decía: “Sobre la tierra somos como viajeros que viven en un hotel.
Cuando se está fuera, uno siempre está pesando en el hogar”.
Abrió para las niñas huérfanas la Casa de la Providencia
que se convirtió en una institución modelo. Restauró
la cofradía del Rosario y la cofradía del Santísimo
Sacramento. Durante sus primeros años tuvo actitudes jansenitas, aprendidas
del abate Balley, pero luego abandonó estas ideas cuando se dio cuenta
que no era lo que el Señor quería.
Aquí permaneció
durante cuarenta y dos años como pastor, ya que la población
se opuso a su traslado y a sus fugas, abortadas cuatro veces. Sus huidas
se debieron porque se consideraba un ignorante e incapaz de llevar una parroquia.
Hasta 18 horas diarias pasaba en el confesionario; quedéndole todavía
horas para la oración y la penitencia. De todas partes del mundo iban
a confesarse con él y a escuchar sus sermones y catequesis. No faltaron
las críticas y calumnias de algunos clérigos, que duraron diez
años, hasta que fueron desenmascaradas a través de una investigación.
Se
le recordará ante todo por su don taumatúrgico, su capacidad
para atraer las almas hacia Dios, y su enorme humildad que le llevó
a rechazar todo tipo de honores y prebendas. Decía de sí mismo:
"Mi tentación es la desesperación" y "Es hermoso morir cuando
se ha vivido en la cruz". Durante mucho tiempo fue visitado por el diablo,
pero siempre con un gran sentido de humor, supo solventar todas sus impertinencias.
Se le debe la introducción en Francia del culto de santa Filomena,
personaje desprovisto de todo fundamento histórico y que pertenece
al conjunto de las churpercherías hagiográficas. Un autor dice:
"Sin ningún medio humano a su alcance, porque no tenía nada,
cumpliendo al máximo con su deber, atormentado, pero lleno de luz
sobrenatural, manteniendo grandes refriegas con el demonio ("hace tanto tiempo
que nos tratamos que somos casi como camaradas"), hombre de exigencia y de
misericordia, se convirtió en un gran santo". Murió de inanición
después de haber previsto su muerte, sin agonía ni temor, "con
una extraordinaria expresión de fe y simplicidad en los ojos", según
un testigo. En los últimos años el número de peregrinos
que acudieron a Ars llegó a cien mil. Pío XI canonizó
a San Juan María Bautista Vianney en 1925 y, en 1929, le proclamó
principal patrono del clero parroquial.