SAN JUANICIO
3 de noviembre
846 d.C.
Nació en el pueblo de Maricat en Bitinia, en el seno de una
humilde familia. Desde su niñez tuvo que cuidar el ganado
familiar. Sirvió en el ejército y a los 40 años,
renunció entonces al mundo, ansiando entrar prontamente en el
desierto. Sin embargo, por consejo de un anciano experimentado en la
vida monacal, el santo permaneció dos años en el
monasterio de Antidio en Bitinia, instruyéndose en la obediencia
monacal, las reglas monacales y sus prácticas. Él
aprendió también a leer y escribir.
Después se retiró como ermitaño en el monte
Olimpo, pero la veneración que el pueblo le tenía le
obligó a huir en busca de la soledad de un eremo a otro. Su
oración preferida era: “Dios mi esperanza, Cristo mi refugio,
Espíritu Santo mi protector”. Sólo después de doce
años de vida ascética lograron que el ermitaño
aceptase la tonsura monacal. Y éste pasó tres años
en el aislamiento, envuelto en cadenas, después de ser
tonsurado. Al envejecer, se estableció en el monasterio de
Antidiev y vivió en aislamiento hasta su muerte. San Juanicio
vivió setenta años como asceta y logró un alto
grado de perfección espiritual. A través de la
misericordia de Dios el santo adquirió el regalo de
profecía, como ha relatado su discípulo san Pacomio. El
anciano también levitaba cuando oraba. Combatió a los
iconoclastas. Presintiendo su muerte, san Juanicio durmió en el
Señor, a la edad de noventa y cuatro años. Los griegos
tienen una gran veneración por su memoria.