Natural de Triora
(Liguria), se llamaba Francisco María Lantrua; a los 16
años ingresó en los franciscanos; después de ser
guardián del convento de Velletri (Roma), marchó como
voluntario a China, donde en aquel tiempo arreciaba una feroz
persecución.
Llegó al
país en el 1799 y trabajó con éxito a pesar de los
obstáculos que encontraba. Durante largos años, ayudado
por catequistas generosos y por antiguas familias cristianas que
habían sobrevivido, ejerció un intenso apostolado,
recorriendo incansable inmensos territorios de las provincias de Hunan
y de Chensi, predicando y bautizando. Se entregó a una intensa
vida de oración y de penitencia. En 1815 se exacerbó la
persecución contra la Iglesia y Juan fue hecho prisionero.
Sufrió largos meses de cárcel y torturas, y murió
estrangulado Ch'angsha Fu (Huanan). El 1 de octubre de 2000 fue
canonizado por San Juan Pablo II.