Se
llamaba
Juan Ciudad Duarte. Nació en Montemor-o-Novo, junto a
Évora en Portugal, en el seno de una familia humilde.
Pasó a Oropesa (Toledo) donde vivió con un sacerdote,
donde fue acogido por una familia en cuya casa trabajó como
pastor. Pudo casarse con la hija de los amos de aquella casa, pero
pensó que no podía atarse a una mujer por rica que fuese.
Se alistó como soldado en un tercio que debía ir a
Francia. Asistió a la batalla de Fuenterrabía en el 1521.
Aunque triunfó su tercio él estuvo apunto de ser ahorcado
por no haber sabido guardar un depósito militar. Volvió a
Oropesa. Cuatro años después se alistó en otro
tercio para luchar contra los turcos en Austria y Hungría.
Peregrinó a Santiago de Compostela. Regresó a su pueblo
portugués pero sus padres ya habían muerto.
En Ayamonte
atendió a los enfermos en el hospital. Trabajó como
pastor una temporada en un cortijo de Sevilla y después en la
fortificación de Ceuta como albañil, para ayudar a una
familia necesitada. Finalmente fue vendedor de libros piadosos y
estampas desde Gibraltar y Algeciras hasta Granada.
En una
misión dada por san Juan de Ávila en 1538, se
transformó su vida hasta saber vivir la locura de la cruz, y
cargar sobre sus hombros a todo enfermo como a Cristo; de tal manera
que le encerraron en el manicomio de Granada. Granada será su
triunfo, porque en este manicomio comprendió cual era su
misión: atender al enfermo con gran amor y eficiencia. San Juan
de Ávila fue su director espiritual y lo encaminó al
monasterio de Guadalupe, para pedir la protección de
María en la obra que había concebido de crear un hospital
para los enfermos. Ganándose su dinero con la venta de
leña, alquiló una casa para cuidar a los enfermos y
desposeídos. Fundó en 1537 la Orden de los Hermanos
Hospitalarios o Hermanos de la Misericordia (hoy Orden Hospitalaria de
San Juan de Dios). Sus primeros colaboradores los reclutó entre
la gente más desarrapada: un alcahuete, un asesino, un
espía y un usurero. Esa era la fuerza del amor. Un converso que
sacó del fango a cuatro truhanes y los hace héroes
cristianos. Sobre estas cuatro columnas apoyaré su obra.
Recogió a
los primeros enfermos; los acogió, los curó, los
limpió, los consoló, les dio de comer. El obispo de
Granada, otros autores dicen que fue el obispo de Tuy quien lo
motejó “Juan de Dios” a causa de su caridad. Todo era limpieza,
orden y paz en la casa. Por la noche mendigaba por la ciudad para los
enfermos. Todos le abrirén, todos le ayudaron. Esta ayuda se
hacía por medio de cuestación, haciéndose
célebre esta frase "haced el bien hermanos, y con ello os
haréis bien a vosotros mismos si dais en caridad". En un
incendio de su hospital de Granada, salvó a sus enfermos;
sacándoles intactos de aquel fuego que no se podía
comparar con el de su caridad.
Agotado
después de 10 años de duro servicio en su hospital
cayó enfermo. Al principio ocultó su enfermedad que
podría haberlo obligado a disminuir su trabajo cuando estaba
revisando cuidadosamente el inventario del hospital. Al aumentar la
enfermedad, la noticia se propagó. La señora Ana Osorio
hizo que lo trasladaran a su casa. Finalmente dio la bendición a
la ciudad estando ya agonizante. El arzobispo dijo misa en su
habitación. El santo expiró sobre sus rodillas, delante
del altar.
Fue canonizado
por Alejandro VIII el 16 de octubre de 1690. En 1886, el Papa
León XIII le declaró patrón de todos los
hospitales y enfermos, junto con san Camilo de Lelis. En 1930, el Papa
Pío XI nombró también patronos a otros santos
enfermeros y enfermeras.