SAN JOSÉ
PIGNATELLI
15 de noviembre
1811 d.C.
Nació en
Zaragoza. Era de nobilísima familia entre napolitana y
aragonesa: su padre era un príncipe del Sacro Imperio
Germánico, y su madre, marquesa de la Mora. Su familia
emparentaba con san Francisco de Borja y san Luis Gonzaga.
Estudió en el colegio de los jesuitas de Zaragoza, donde
estudió Teología; en Calatayud estudió
Filosofía, una vez que ingresó en los jesuitas. Era
piadoso, elegante y culto. Entendía de antigüedades,
hablaba varios idiomas, y tenía un gran categoría humana.
Fue siempre ejemplo de caridad, humildad y confianza en Dios. Esas
fueron sus virtudes características. Entró en la
Compañía de Jesús (1753) y, tras una estancia de
formación en Tarragona, Calatayud y Manresa. En 1759
solicitó que le destinaras a las misiones del Paraguay, pero en
vísperas del exámen final de Teología moral
enfermó: tuvo vómitos de sangre y enviado a los Pirineos
para que se recuperara
Fue ordenado sacerdote
en 1762, poco antes de que Carlos III decretara el destierro de los
jesuitas. Su primer destino fue la de profesor de Gramática en
el colegio de los jesuitas de Zaragoza, allí estuvo cuatro
años, tiempo que aprovechó para introducir en el colegio
la práctica de los seis domingos en honor a san Luis Gonzaga. Se
dedicó también a atender a los enfermos y a los
condenados a muerte. En 1767 fue ordenado la expulsión de los
jesuitas de España. Su hermano consiguió que se hiciera
una excepción con él, pero éste entre
vómitos de sangre, muy enfermo de tisis, hizo que le llevaran a
Salou para embarcar junto con sus hermanos expulsados y compartir con
ellos sus penalidades. En 1771 hizo sus votos solemnes en la iglesia
del Gesú de Ferrara. En 1773, el papa publicó la
extinción total y absoluta de la Compañía de
Jesús. 23.000 jesuitas de todo el mundo dejaban de serlo y se
veían desprovistos de todas sus casas y bienes. José y su
hermano Nicolás, también jesuita, alquilaron un
apartamento en Ferrara y luego en Bolonia.
En Italia vivieron como apestados, y él decidió dedicarse
al estudio viviendo siempre con una gran modestia; comenzó a
pintar, y comenzó a comprar libros e hizo una biblioteca
bastante numerosa. A pesar de su débil salud se dedicó a
los pobres y enfermos. Su hermano intentó que dejase la
Compañía a lo que José le contestó: “... no
lo haré jamás, aunque tuviese que perder mil veces la
vida”. José intentó ingresar de nuevo en el noviciado de
la Compañía en Rusia, pero no le estaba permitido a los
españoles. En 1797 pudo renovar sus votos cuando la Orden se
reconstituyó en el ducado de Parma, agregándose al
núcleo de Rusia, único lugar donde aún quedaban
jesuitas. En Ferrara y Bolonia, desplegó una gran actividad
reorganizando la Compañía de la que pronto será
provincial, a pesar de su oposición. Será el anillo de
unión entre los jesuitas de antes y después de la
persecución y abolición del siglo XVIII. Después
de ser provincial de Nápoles, donde también se
había restaurado la Compañía, fue nombrado
provincial de toda Italia. Marchó a Roma, bajo la
protección del papa Pío VII que momenténeamente
reconoció a la Compañía. Pero la invasión
napoleónica hizo que de nuevo tuvieran que vivir en la
clandestinidad. José se dedicó a los más pobres.
Pero morirá sin haber visto rehecha la Compañía,
durante la invasión de Napoleón y procurando que no se
enteraran de su muerte para que no hubiera manifestaciones populares.
Pío XI lo describió como un sacerdote de "viril y animosa
santidad". Se le considera el segundo padre de los hijos de san
Ignacio. Murió en Roma. Pío XII lo canonizó
en 1954.