SAN JERÓNIMO
(Doctor de la Iglesia)
420 d.C.
30 de septiembre
Sofronio
Eusebio Jerónimo, nació en Estridon, cerca de Aquilea, en
Venecia (y no en Dalmacia o Panonia), en el seno de una familia muy
rica, tras una juventud desordenada y la formación romana en la
escuela del famoso retórico Donato, fue ordenado
catecúmeno en Roma junto con san Bonosio en el 366 y
recibió el bautismo de manos del papa san Liberio.
Después de una breve estancia en Tréveris, se
estableció en Aquileya con la comunidad de san Cromacio (374),
donde conoció a Rufino (con el que más tarde
polemizará); pero luego partió para Oriente en el 373,
llegando a Antioquía; aquí, durante una enfermedad, tuvo
la célebre visión, contada por santa Eustoquio, en la que
se sintió llamado a juicio; y ante su respuesta de que era
cristiano, el juez divino le respondió que mentía:
"Tú eres ciceroniano y no cristiano, ...porque donde está
tu tesoro está tu corazón".
En el retiro del desierto Calcídico (375 y 378), se
entregó a las mayores austeridades, superando grandes
tentaciones: "Yo que no tenía por compañeros más
que a los escorpiones y a las fieras, me veía con frecuencia
entre las danzas de las jóvenes de Roma...; con semanas de
ayunos trataba de domar la carne rebelde" y su cólera (esta
característica de su carácter siempre le
acompañará, y aparecerá como un santo con un
carácter agrio y mal humorado, teniendo desavenencias con casi
todos los personajes de su época); también
escribió la “Vida de san Pablo ermitaño”. Concluido este
noviciado, estudió hebreo, teniendo como profesor a un
judío cristiano. En el año 379, el obispo Paulino le
ordenó presbítero en Antioquía; y pronto
perfeccionó su gran saber en Constantinopla; allí
conoció, escuchó y estimó a santos Gregorio
Nacianceno y Gregorio de Nisa. Mantuvo contactos con la escuela
neoplatónica, con la exégesis alegórica
alejandrina, dedicándose a traducir las “Homilías” de
Orígenes sobre Ezequiel y la “Crónica” de Eusebio de
Cesarea (completéndola desde el año 326 al 379). Para
acompañar a Paulino de Antioquía y san Epifanio de
Salamina al concilio romano del 382 contra los apolinaristas, se fue a
Roma, donde el papa san Dámaso le hizo secretario suyo,
encargéndole que revisara la traducción latina de los
evangelios y de la Biblia, incluyendo la versión de “los LXX”.
Con su espíritu satírico combatió a Elpidio, que
despreciaba la virginidad, y dirigió espiritualmente un
círculo ascético de mujeres nobles en las lujosas villas
del Aventino, como santas Marcela de Roma, Paula de Roma, Asela,
Eustoquio y Fabiola. Escribió “Adversus Helvidium”, sobre la
perpetua virginidad de María.
A la muerte de San Dámaso (384), por desavenencias
con el clero romano (entre otras cosas, a causa de la nueva
versión de la Biblia), partió de nuevo para Oriente,
visitando Palestina, Egipto y el desierto de Nitria, donde
vivían los ascetas. Finalmente recaló en Belén
(386-419), donde se convirtió en el responsable espiritual del
monasterio construido por santa Paula para sus compañeras. En su
monasterio masculino, Jerónimo pudo dedicarse a ultimar la
“Vulgata”, y a redactar otras obras: “De viris illustribus” (precioso
para la historia) y numerosas cartas (157). Tuvo que luchar de nuevo en
defensa de la virginidad (su adversario era Joviniano) y contra el
origenísmo. Polemizó duramente contra su amigo Rufino y
contra el obispo de Jerusalén, Juan; luego, contra Pelagio y
Vigilancio. Tras la muerte de sus bienhechoras e hijas espirituales
(Paula y Eustoquio), permaneció en el monasterio devastado,
apenado por las noticias que llegaban de Roma, donde Alarico
hacía estragos. Acogió a los nobles míseros y
despavoridos que se refugiaron en Belén a causa de las
incursiones de los sarracenos en Palestina (410-412), interrumpiendo su
“Comentario sobre Ezequiel”. Tuvo una gran correspondencia con muchos
personajes de la época, entre ellos, san Agustín, que si
bien en un principio no le gustó el santo de Hipona, lograron
ser, más tarde, grandes amigos. Fue conocido como el “Doctor
Maximus”.
Su fidelidad al Papa fue proverbial: "Yo me mantengo
unido a su Santidad, esto es, a la sede de Pedro. Sobre esta roca
sé que está fundada la Iglesia. Fuera de la Iglesia, no
hay salvación. El que come el Cordero fuera de esta casa, es
extraño. El que está fuera de la Iglesia del
Señor, no puede ser puro". Era un carácter fogoso, pero
tierno con aquellos que se entregaban por entero a Dios. La leyenda nos
lo presenta como un asceta luchando siempre contra el pecado de la
lujuria y contra el mismo diablo, que tantas veces se ha reproducido en
la pintura. Murió en Belén. Está enterrado en la
basílica de Santa María la Mayor de Roma. Patrón
de Dalmacia (Croacia).