SAN ISIDORO DE PELUSIO
4 de febrero
450 d.C.
Nació en Alejandría. En ocasiones se le designa por error
como Isidoro de Damieta. Dejó su familia y propiedades, se
retiró a una montaña cerca de la ciudad de Pelusio, cuyo
nombre se conectó luego al de él, y abrazó la vida
religiosa en el monasterio de Licnos, donde pronto fue famoso por su
exactitud en la observancia de la regla y por su austeridad. Un pasaje
en su voluminosa correspondencia ofrece razones para creer que
ejercía el oficio de abad. Su correspondencia nos da una idea
sobre su actividad. Lo muestran peleando contra clérigos
indignos cuya elevación al sacerdocio y al diaconato era un
serio peligro y escándalo para los fieles. él se quejaba
de que muchos laicos dejaban de recibir los sacramentos para evitar
contacto con estos hombres deshonrosos.
Su veneración por san Juan Crisóstomo le hizo proponerle
a san Cirilo de Alejandría que le hiciera completa justicia a la
memoria del gran doctor. Intervino en cuestiones disciplinares y
canónicas de la región y en la controversia nestoriana:
trató de poner de acuerdo a Juan de Antioquía y san
Cirilo de Alejandría en la discusión de la doble
naturaleza de Cristo.
Existen todavía
muchas de sus cartas, que tienen un gran contenido espiritual.
Estas cartas de san Isidoro pueden ser divididas en tres clases, de
acuerdo al tema tratado: las que tratan sobre el dogma y la Biblia,
sobre la disciplina eclesiástica y monástica y sobre la
moralidad práctica para la guía de los laicos de todas
clases y condiciones.
Por doquier se le veía practicando lo que enseñaba a
otros, es decir que su vida correspondía con sus palabras
(coherencia), que uno debe practicar lo que enseña, y que no es
suficiente indicar lo que se debe hacer, si uno no traduce sus palabras
en acción.