SAN IGNACIO DE SANTHIA
1770 d.C.
22 de septiembre
Nació en Santhià, Santa Ágata, Vercelli (Italia).
Se llamaba Lorenzo Mauricio Belvisotti. Ingresó como seminarista
en la colegiata de su pueblo. Realizó sus estudios superiores en
la ciudad de Vercelli. Fue ordenado sacerdote en 1710. Fue
capellán instructor de una familia noble de Vercelli, al mismo
tiempo que colaboraba en misiones populares organizadas por los
jesuitas, entre los que escogió a su director espiritual. En
1713 rehusó el cargo de canónigo rector de la colegiata
de Santhià. En 1715 aceptó desempeñar el
ministerio pastoral en una parroquia, pero un debate jurisdiccional
sobre el nombramiento resultó providencial para su futuro, pues
lo impulsó a dejar la sotana clerical para vestir el sayo
capuchino.
En 1716 ingresó en el noviciado de los capuchinos
de Chieri y tomó el nombre de Ignacio al profesar. Fue prefecto
de sacristía, director de acólitos y confesor;
trabajó apostólicamente con celo extraordinario. En 1731
fue nombrado maestro de novicios en el convento de Mondovi. Con gran
acierto supo sostener a los novicios en las pruebas más arduas.
En 1744 fue enviado como capellán de las tropas del
rey de Cerdeña durante la guerra contra la las armadas
franco-españolas (1744-1747). Asistió a los soldados
heridos y contagiados en los hospitales militares de Asti,
Alessandría y Vinovo, dando siempre muestras de una gran
caridad. Restablecida la paz, fue destinado al convento del Monte de
los Capuchinos, en Turín, donde residió 25 años,
hasta su muerte.
Dividía su actividad entre el convento y la ciudad.
Cada domingo explicaba la doctrina cristiana y la regla franciscana a
los hermanos legos y cada año dirigía los ejercicios
espirituales a su comunidad. En la iglesia era el confesor más
solicitado. También realizaba un apostolado fecundo bendiciendo
en sus casas a las personas que ya no podían acudir a él
hasta el convento. Tuvo dones taumatúrgicos y el pueblo lo
bautizó como “el Santo del Monte”. A su convento acudieron
innumerables personas, sencillas e ilustres, atraídas por su
fama de santidad. El cardenal arzobispo le pedía con frecuencia
que le diera a conocer los casos de personas más necesitadas,
para prestarles ayuda. Murió en la enfermería del
convento después de un año de enfermedad. Fue beatificado
por Pablo VI en 1968 y canonizado en 2002 por Juan Pablo II.