SAN GUIBERTO DE
GEMBLOUX
23 de mayo
962 d.C.
Era un
noble que nació en la región de Namur en Lorena, que
combatió valerosamente en varias guerras; después
sintiéndo la llamada de Dios se hizo ermitaño en sus
tierras de Gembloux (Brabante) donde fundó, en el 936, un
monasterio antes de retirarse a la abadía benedictina de Gorze
donde tomó el hábito; así pudo librarse de las
muestras de respeto que le prodigaban los monjes de Gembloux y evitar
toda forma de complacencia. Había dejado como abad de Gembloux a
san Herluino.
Varias veces tuvo que dejar la quietud de su retiro para
defender los derechos del monasterio de Glembloux. Las tierras que
había regalado a la abadía formaban parte de un feudo
imperial y no faltaron quienes persuadieron al emperador Otón I
de que Guiberto no tenía derecho a disponer de ellas. El monarca
convocó a Guiberto a la corte para que se justificase: tan bien
supo el santo defender sus derechos, que Otón I confirmó
por un documento la fundación de la abadía y, más
tarde, le concedió grandes privilegios. Pero el documento
imperial no bastó para que se dejase en paz a los monjes. El
conde de Namur, cuñado de san Guiberto, reclamó, en
nombre de su esposa, las tierras de la abadía y confiscó
las rentas. Así pues, san Guiberto tuvo que volver, durante
algún tiempo, a Gembloux para defender sus derechos y proteger
la abadía que había fundado. Aprovechó la
ocasión para evangelizar la región y convirtió a
muchos de los húngaros y eslavos que se habían
establecido ahí, después de la invasión del
año 954.
Guiberto pasó los últimos años de su
vida en Gorze, donde sufrió una dolorosa enfermedad.
Murió en Gorze, después de prometer, que su cuerpo
pertenecería a la abadía de Glembloux. Su tumba se vio
honrada con numerosos milagros.