SANTOS GREGORIO
GRASSI, FRANCISCO FOGOLLA Y 24 COMPAÑEROS
9 de julio
1900 d.C.
|
|
En la ciudad de Taiyuan, en la provincia de Shanxi,
también en China, pasión de los Santos Mártires
Gregorio Grassi y Francisco Fogolla, obispos de la Orden de los
Hermanos Menores, y de otros veinticuatro compañeros, todos
ellos asesinados por odio al cristianismo, durante la
persecución llevada a cabo por los secuaces del movimiento de
los Yihetuan.
Sus nombres son: Elías
Facchini, Teodorico Balat,
presbíteros, y Andrés Bauer,
religioso, de la Orden de Hermanos Menores; María
Ermelina de Jesús (Irma) Grivot, María
de la Paz (María Ana) Giuliani, María
Clara (Clelia) Nanetti, María de Santa
Natalia (Juana María) Kerguin, María
de San Justo (Ana Francisca) Moreau, María
Adolfina (Ana Catalina) Dierk, María
Amandina (Paulina) Jeuris, Religiosas del Instituto de Franciscanas
Misioneras de María; y también Juan
Zhang Huan, Patricio Dong Bodi, Felipe
Zhang Zhihe,Juan Zhang Jingguang, Juan
Wang Rui, seminaristas franciscanos; Tomás
Shen Jihe, Simón Chen Ximan,Pedro
Wu Anpeng, Francisco Zhang Rong, Matías
Feng De, Santiago Yan Guodong, Pedro
Zhang Banniu, Santiago Zhao Quanxin y Pedro
Wang Erman, laicos.
Después de la
guerra chino-japonesa de 1894-1895, que dividió China en zonas
de influencia extranjera, la emperatriz orientó contra los
occidentales y sobre todo contra los misioneros europeos y los chinos
convertidos al catolicismo, el odio de los miembros de la sociedad
secreta china, de carácter al mismo tiempo religioso y
político, conocida con el nombre de revolución de
los boxers. Era una corriente nacionalista y xenófoba, en
la que se mezclaron motivos políticos, económicos,
militares y religiosos, amparada en los decretos imperiales contra los
europeos.
El Vicario
Apostólico de Shanxi estaba regido por san Gregorio Grassi,
ayudado por un obispo coadjutor, San Francisco Fogolla, que ya antes de
su nombramiento espiscopal era vicario general y estrecho colaborador
del prelado y pertenecíam ambos a la orden franciscana.
Ellos habían
cuidado mucho de promocionar las vocaciones nativas, para que poco a
poco, consolidada la Iglesia en el país, estuviera regida
pastoralmente por miembros de la propia comunidad local, ordenados
sacerdotes y obispos, una jerarquía autóctona definitiva.
Misioneros y nativos
cristianos prefirieron morir antes de renegar de su fe. Corria el
año 1900, y en la misión de Shanxi, donde se encontraban
ambos obispos con otros sacerdotes y religiosos, más un grupo de
seminaristas y criados de la misión, el día 4 de julio se
llegó a la certeza de que morirían mártires.
Manifestaron su temor a las religiosas, que pertenecían las
siete a las Franciscanas Misioneras de María, y exclamaron
simplemente que se cumpliera la voluntad de Dios. Todos los de la
misión se entregaron en manos de Dios, si esa era su voluntad.
Los soldados chinos
los enviaron a la casa del mandarín: las hermanas y las
niñas son encerradas en una habitación húmeda, y
los demás en otra no menos incómoda. Pudo celebrarse la
misa en un altar portátil. El obispo Grassi da la
absolución a los que le rodean. Y a las 3 de la tarde del 9 de
Julio los bóxers se lanzan sobre los detenidos y luego de
maltratarlos los llevan hasta el tribunal del virrey de Yu-shien.
Empezó el interrogatorio, en el que los mártires no
apostataron ninguno. Exasperado el virrey hincó su puñal
en el pecho del obispo Grassi, y con si fuese una señal, en el
patio donde los demás aguardaban se produjo una terrible
carnicería: los atacantes hieren, mutilan, descuartizan, matan…
Se levanta un cántico: las religiosas entonan el Te
Deum y se abrazan fraternalmente y continuan
cantando hasta que las matan. Todos murieron.
Tres años más tarde, el 24 de marzo de 1903, pasada la
tempestad por la enérgica reacción de los gobiernos
europeos ante las matanzas, el ejercito chino rindio homenaje, en el
mismo patio en el que fueron sacrificados, a los mártires,
diciendo el nuevo virrey que glorificaba su firmeza.