SAN GREGORIO DE OSTIA
9 de mayo
1044 d.C.



   Su historia se resume en esta frase: "Quidam sanctus episcopus, Gregorius nomine, ad predicandum Dei Verbum". (Un obispo santo, de nombre Gregorio, para predicar la palabra de Dios). 

   Se sabe que ingresó muy joven en la orden de san Benito, en el monasterio de San Cosme y San Damián de Roma y que a la muerte de su abad fue elegido su sucesor, a pesar de su fuerte oposición. Desempeñó el cargo con tanto celo, prudencia y suavidad que pronto la disciplina monástica brilló en el monasterio, debido a sus exhortaciones y virtud. El papa Juan XVIII le nombró cardenal y obispo de Ostia. Le encomendó además el cuidado de la biblioteca apostólica, cargo que desempeñó con acierto y sabiduría.

   La Rioja y Navarra, según cuenta la leyenda, fueron destruidas por una terrible plaga de langosta y sus habitantes pidieron socorros a la Sede Apostólica, el Pontífice envió como su legado a Gregorio. Sabemos que en el 1039 se encontraba en Nájera, entonces capital del reino, y que causó admiración por su bondad, su sabiduría y sus milagros. Gregorio recorrió las zonas devastadas, consolando y predicando. Organizó ayunos y rogativas públicas, les exhortó con palabras de conversión y parece que la plaga desapareció. En este recorrido tuvo como discípulo a santo Domingo de la Calzada, que fue su paje y que junto a él inició su vida religiosa. Los cinco años que duraron sus trabajos, lleno de continuos sacrificios e incesantes fatigas, debilitaron su salud. Se retiró a Logroño donde murió. Sus restos reposan en el pueblo de Los Arcos en la jurisdicción de Sorad de la Berrueza en La Rioja.

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(Parroquia San Martín de Porres)