XIXº
Obispo de Milán, sucesor de san Eusebio, durante el reinado de
Valentiniano III. Fue un íntimo colaborador del obispo san
Eusebio que, según Ennodio, lo designó como su sucesor.
Fue elegido probablemente ya anciano, porque se distinguía entre
el clero ambrosiano por su caridad hacia los pobres. De él
tenemos que recordar su celo por las cosas de Dios y de los hombres.
Trabajó
en reparar las ruinas que ocasionó en Milán la
invasión de los hunos de Atila, en el 452, iniciado por su
predecesor. Se empeñó en reconstruir las iglesias
destruidas, con el mismo celo sostuvo a los huidos, los heridos,
rescató a los prisioneros y solicitó ayuda contra los
invasores. Murió después de cuatro años de
episcopado y fue sepultado en a iglesia de San Simpliciano.