SAN GERARDO MAYELA
1755 d.C.
16 de octubre
Gerardo nace en 1726 en Muro, pequeña ciudad del
Sur de Italia. Tiene la suerte de tener por madre a Benedecta, que le
enseñará el inmenso e ilimitado amor de Dios. Se siente
feliz porque sabe que Dios está cerca de él, y toda su
vida tiene por lema “hacer la voluntad de Dios”, lo que Dios quiere.
Con doce años se tiene que hacer cargo de toda la familia, al
morir su padre. Se convierte en aprendiz de sastre con uno del lugar
que lo maltrata. Tras cuatro años de aprendizaje, justo cuando
estaba capacitado para abrir una sastrería propia, entra al
servicio del Obispo de Lacedonia, hombre de duro carácter. Los
amigos le aconsejan que no acepte aquel puesto, porque todos los
sirvientes abandonaban el oficio tras pocos meses. Pero a Gerardo eso
no le asusta, y permanece con él hasta su muerte, tres
años después. Cuando Gerardo piensa que se trata de la
voluntad de Dios acepta cualquier cosa. En este tiempo Gerardo pasa
largos tiempos de oración, que se convertirán en la
fuente de su propia vida.
En 1745, con 19 años, regresa a Muro
estableciéndose como sastre. Su negocio prospera, pero es poco
el dinero que gana. Regala prácticamente casi todo lo que tiene.
Pone aparte lo que necesita para su madre y sus hermanas, y el resto lo
da a los pobres. Para él, la caridad y la solidaridad cotidiana
son un constante crecimiento en el amor de Dios. Su deseo de seguir a
Cristo le lleva a pedir ser admitido por los Capuchinos, pero su
petición es denegada por ser delgado y de débil salud.
Misionero Redentorista
Los Redentoristas llegan a Muro en 1749. Gerardo participa
activamente en la Misión Popular y es conquistado por la vida de
los misioneros. Pide ser admitido como miembro del grupo, pero el
Superior, Padre Cáfaro, lo rechaza a causade su salud enfermiza.
Tanto insiste Gerardo a los misioneros que, cuando éstos
están a punto de marcharse de la ciudad, el Padre Cáfaro
aconseja a su familia que lo encierren en su habitación.
Con una estratagema que, en adelante, seguirá
encontrando un eco especial en el corazón de los jóvenes,
Gerardo anuda las sábanas de la cama y se descuelga por la
ventana para seguir al grupo de misioneros. En la mesita deja un
mensaje a su madre: “Voy a hacerme santo”. Recorre cerca de 18 kms.
hasta alcanzar a los misioneros. "Llevadme con vosotros, dadme una
oportunidad; y echadme a la calle si no valgo", dice Gerardo. Ante
tanta insistencia, al Padre Cáfaro envía a Gerardo a la
comunidad redentorista de Deliceto, con una carta en que dice: "Les
mando a otro hermano, que será inútil para el trabajo…"
Gerardo se enamora total y absolutamente de la forma de
vida que San Alfonso, el fundador de los Redentoristas, ha previsto
para los miembros de su congregación. Hace su primera
profesión como Hermano laico redentorista el 16 de julio de
1752. La etiqueta de "inútil" no le durará mucho. Gerardo
desempeña todo tipo de servicios en la comunidad: jardinero,
sacristán, sastre, portero, cocinero, carpintero y
albañil. Además, sus palabras mueven el corazón de
la gente en las misiones, comprometido con el anuncio de la Buena
Noticia.
Paciente en la caridad y fuerte en la verdad
En 1754, Gerardo experimenta una situación
dolorosa, que muestra su extraordinaria confianza en Dios. Entre sus
buenas obras está la de ayudar a las chicas que quieren ser
religiosas. Neria Caggiano es una de estas chicas, pero después
de tres semanas en el convento vuelve a casa, frustrada en su intento
de ser religiosa. Para explicar su actitud, Neria decide salvar su
propia reputación destruyendo a Gerardo. En una carta que dirige
a San Alfonso, Neria acusa a Gerardo de mantener un romance con una
joven. Gerardo es llamado por San Alfonso para que responda a tal
acusación, y en lugar de defenderse, mantiene silencio para no
parecer que se excusaba. El tiempo –dicen- pone a cada uno en su sitio,
y no hay nada oculto que no llegue a saberse. Durante un año fue
apartado de toda relación fuera de la comunidad y privado de
participar en la Eucaristía. Pese a todo, confía en Dios
y en que la verdad será conocida. Poco tiempo después,
Neria enferma gravemente y escribe una carta a San Alfonso confesando
que sus acusaciones contra Gerardo eran falsas.
Un Santo famoso por sus milagros
Pocos Santos son recordados por tantos milagros como los
que se le atribuyen a San Gerardo. Lo más importante eran sus
milagros para ayudar a los demás como, por ejemplo, devuelve la
vida a un chico que se había caído desde una roca;
bendice la escasa cosecha de una familia pobre y les llegará
hasta la próxima siega; multiplica el pan que reparte a los
pobres; camina sobre las aguas para conducir un barco lleno de
pescadores y llevarlo a puerto seguro… Desde el comienzo, se le
atribuyen muchos prodigios a favor de las madres, protegiéndolas
en el embarazo, ayudándolas a tener un buen parto e
inspirándolas en la educación de los niños. Las
madres acudían con mucha confianza a él. Gerardo
veía en cada nueva vida un don de Dios que se debe cuidar y
proteger.
Una vida joven que se apagó
En 1755 le sobreviene una hemorragia junto con
disentería. Sobre su puerta pone el siguiente letrero:
"Aquí se hace la voluntad de Dios, como Dios quiere y hasta
cuando Él quiera". Muere al amanecer del 16 de octubre de 1755,
en la comunidad redentorista de Materdomini.
Cuando muere Gerardo, el Hermano sacristán toca la
campana a fiesta en lugar de hacerlo con el tañido de difuntos.
Se cuentan por millares los que se acercan para pasar ante el cuerpo de
"su santo" y para llevarse un último recuerdo del que tantas
veces les ha socorrido. Tras su muerte, se producen milagros en toda
Italia, todos atribuidos a la intercesión de Gerardo. En 1893,
el Papa León XIII lo beatifica, y el 11 de diciembre de 1904 el
Papa San Pío X lo canoniza, proclamándolo Santo de la
Iglesia Católica.
El Santo de las futuras madres
Debido a los milagros que Dios ha obrado por
intercesión de Gerardo en favor de las madres, las mamás
de Italia pusieron gran empeño en que la Santa Sede nombrara a
San Gerardo patrono suyo. En el proceso de beatificación se
asegura que Gerardo era conocido como "el santo de los partos felices".
Muchos hospitales dedican su departamento de maternidad al Santo y
distribuyen entre sus pacientes medallas e imágenes de San
Gerardo con su oración propia. San Gerardo sigue siendo hoy un
modelo para todos, especialmente para los misioneros redentoristas, por
su búsqueda constante de la voluntad de Dios y por su amor a
Jesucristo, crucificado y resucitado, Buena Noticia de la
Salvación.