SAN FRANCO DE ASSERGI
5 de junio
1275 d.C.
Natural de
Roio (L’Aquila, Abruzzos), en el seno de una familia de campesinos
ricos. Bajo la dirección de un sacerdote de su pueblo, Palmerio,
realizó los primeros estudios. Ingresó como benedictino
en el monasterio de San Giovanni Battista de Lucoli, donde vivió
20 años, después se retiró para vivir como
eremita. El primer periodo lo paso en los bosques de Lucoli, comiendo "herbulis,
glandulis et agrestibus pomulis". En el segundo, el más
incierto, vagó aquí y allá sobre la cadena
montañosa del Apenino abrucese, que culminó en las faldas
del Velino; después pasó a la cadena montañosa del
Gran Sasso. El tercer período lo pasó sobre los montes de
Assergi: cinco años en Vasto, quince sobre los montes Sabinos.
En Vasto eligió un lugar pintoresco, pero árido y sin
refugios, construyó una choza, según el sistema
tradicional de los pastores y por sus oraciones manó agua de la
roca; hoy esta fuente, a 1800 m. sobre el mar, se la conoce como "el
agua de san Franco"; los peregrinos la beben para obtener la
curación de las enfermedades, especialmente de la piel.
Pasó a los montes Sabinos para huir de los visitantes, y se
quedó en la localidad cercana de Assergi, más agreste,
donde, según la leyenda, una osa con tres oseznos lo guió
a una gruta y durante mucho tiempo le hizo compañía. En
las fiestas principales del año se acercaba a Assergi para
recibir la Comunión, quizás en la iglesia de Santa Maria
en Silice.
Aquí sucedió el episodio en el que
salvó a un niño de las fauces de un lobo. Cuando el
eremita por su mala salud, presintió su próximo fin,
quiso recibir los últimos sacramentos, después se le
dejó solo con los brazos en cruz. Por la noche, las campanas de
Santa Maria en Silice repicaron solas antes de la hora señalada
y los gallos del pueblo cantaron al mismo tiempo. La población
se despertó, miró en dirección de la gruta y vio
una luz: allí se encontraron al eremita muerto. Con gran
veneración su cadáver fue llevado al pueblo y sepultado
en la cripta de la iglesia del monasterio. Su culto fue confirmado
por el Papa Benedicto XIV en 1757.