SAN FÉLIX DE
NICOSIA
31 de mayo
1787 d.C.
Se
llamaba Giacomo y nació en Nicosia (Sicilia) en el seno de una
familia humilde. Desde niño ejerció el oficio paterno de
zapatero. A los veinte años pidió al superior del
convento capuchino de Nicosia que intercediera ante el padre provincial
para que fuera aceptado en la Orden como lego, pues, al ser analfabeto,
no podía ser admitido como clérigo, y sobre todo porque
ese estado correspondía más a su índole sencilla y
humilde. No fue aceptado ni entonces ni a lo largo de ocho años,
a pesar de sus repetidas solicitudes. Pero no perdió la
esperanza. En 1743, cuando supo que el padre provincial de Messina se
encontraba de visita en Nicosia, pidió hablar personalmente con
él para exponerle su deseo. Al fin, el provincial lo
admitió en la Orden.
En 1743, comenzó el noviciado en el convento de
Mistretta y cambió su nombre por el de Félix.
Destacó por su obediencia, por su sencillez, por su amor a la
mortificación, por su paciencia y su dedicación a los
pobres y enfermos. En 1774, después de su profesión
religiosa, lo enviaron al convento de Nicosia. Desempeñó
los oficios de despensero, cocinero, zapatero, enfermero, portero y,
principalmente, limosnero. Cada día recorría las calles
del pueblo llamando a las puertas de los ricos, invitándolos a
compartir sus bienes, y a las de los pobres, para ofrecerles ayuda en
sus necesidades. Siempre daba las gracias, tanto cuando le
hacían donativos como cuando lo rechazaban de mala manera,
diciendo: "Sea por amor de Dios".
Realizó todo con sencillez e inocencia de
corazón. Aunque era analfabeto conoció bien la Sagrada
Escritura y la doctrina cristiana, ya que gozó de buena memoria.
Fue muy devoto de Jesús crucificado y de la Eucaristía.
También tuvo una gran devoción por María.
Aunque se encontrara débil o enfermo a causa de las
duras penitencias y mortificaciones, siempre estuvo dispuesto a
cualquier forma de servicio, sobre todo en la enfermería del
convento. En 1787, después de una fiebre violentísima,
pidió audiencia al padre Guardián; "¿Qué
quieres hijo mío, la bendición de los moribundos? -
También esa, respondió Félix- pero primero me
tenéis que dar permiso para morirme". Fue beatificado por el
Papa León XIII el 12 de febrero de 1888, y canonizado en Roma el
25 de octubre de 2005 por SS. Benedicto XVI.