SAN FELIPE SMALDONE
4 de junio
1923 d.C.
Nació en Nápoles. Cuando tenía doce años,
la monarquía borbónica, a la cual su familia estaba
fuertemente unida, fue derrocada, y la Iglesia, con la conquista de
Garibaldi, sufrió momentos muy dramáticos, que terminaron
en el destierro del cardenal arzobispo de Nápoles Sixto Riario
Sforza. Ciertamente no se vislumbraba un futuro favorable y prometedor,
especialmente para la juventud, que padecía los "dolores del
parto" del nuevo curso socio-político-religioso. Ahora bien, fue
en esa fase de crisis institucional y social que Felipe tomó la
decisión irrevocable de optar por el sacerdocio y de ponerse
para siempre al servicio de la Iglesia, que veía en dificultad y
perseguida.
Desde muy joven mostró un interés particular
por los sordomudos, preferentemente si eran pobres. Se
distinguió más por su actividad caritativa que por sus
estudios. Su escaso rendimiento académico le obstáculo la
recepción de las llamadas órdenes Menores. Eso
provocó que se cambiara de la Arquidiócesis de
Nápoles a la de Rossano Calabro, cuyo Arzobispo, Mons. Pietro
Cilento, en consideración de su bondad y su óptimo
espíritu eclesiástico, lo acogió generosamente,
fue ordenado sacerdote en 1871.
Trabajó como catequista, visitador de enfermos en
hospitales y casas particulares y volcándose en la
atención a los apestados, de forma que se contagió y
estuvo a punto de morir, pero se curó y atribuyó esta
curación a la Virgen de Pompeya.
Su confesor le desaconsejó que se fuera a las
misiones y se dedicó por entero al servicio de los sordomudos.
Dejó la casa paterna y se estableció con un grupo de
sacerdotes y laicos, que querían instituir una
Congregación de Sacerdotes Salesianos, que, de hecho, nunca se
realizó. Con el tiempo adquirió una gran competencia
pedagógica en el sector y gradualmente fue proyectando la
realización de una Institución estable e idónea
para la atención, instrucción y asistencia humana y
cristiana de los sordomudos.
Junto con algunos colaboradores sacerdotes fundo la
congregación de Salesianas de los Sagrados Corazones para la
atención de estos minusválidos, obra que extendió
su acción a las niñas ciegas, huérfanas y
abandonadas. Se le conoció como el "apóstol de los
sordomudos".
Fundó la Liga de Sacerdotes adoradores y la de
Damas eucarísticas y fue superior de la congregación de
los Misioneros de San Francisco de Sales para las misiones populares.
Su vida fue un ejemplo continuo de piedad, virtud y celo
apostólico. Durante su vida, la Obra y la Congregación, a
pesar de las duras pruebas a las cuales fue sometida desde afuera y
desde adentro, se ensancharon y consolidaron. En Lecce fue
furibundamente atacado por una Administración Municipal laicista
y adversa a la Iglesia. Dentro de la Congregación tuvo que
afrontar con amargura una delicada y compleja situación de
secesión provocada por la primera Superiora General, que
causó una larga Visita Apostólica. Fue en estas dolorosas
circunstancias que brillaron las virtudes eximias de Smaldone, y
quedó claro que su fundación era voluntad de Dios.
Por espacio de cuarenta años aproximadamente, Don
Felipe Smaldone estuvo siempre en la brecha, sin jamás echarse
atrás, desvelándose para sustentar materialmente y educar
moralmente a sus queridos sordomudos, hacia los que dispensaba siempre
afecto y atenciones paternales, y para formar en la vida de
perfección, a sus Hermanas Salesianas de los Sagrados
Corazones.
En Lecce, además del reconocimiento general de sus
méritos como director del Instituto y fundador de las Hermanas
Salesianas, también brillaba por su intenso y múltiple
ministerio sacerdotal. Fue asiduo y estimado confesor de sacerdotes y
seminaristas, confesor y director espiritual de muchas comunidades
religiosas, fundador de la Liga Eucarística de los Sacerdotes
Adoradores y de las Damas Adoradoras, y fue Superior de la
Congregación de los Misioneros de San Francisco de Sales para
las misiones populares. Fue condecorado con la Cruz Pro Ecclesia et
Pontifice, formaba parte de los canónigos de la Catedral de
Lecce, y fue distinguido con una Encomienda por parte de las
Autoridades civiles.
A la edad de 75 años terminó sus días
en Lecce, soportando con admirable serenidad, una diabetes complicada
de disturbios cardiocirculatorios y una esclerosis generalizada.
Murió santamente, después de haber recibido todos los
auxilios religiosos y la bendición del arzobispo Trama, rodeado
por muchos sacerdotes, sus Hermanas y sus queridos sordomudos. Fue
beatificado por Juan Pablo II el 12 de mayo de 1996 y canonizado por SS
Benedicto XVI el 15 de octubre de 2006 en la Plaza de San Pedro.