Natural de
Side en Panfilia, confesor durante la última persecución.
Fue elegido obispo de Berea en Siria y después trasladado a la
sede patriarcal de Antioquía (324-330) en tiempos del emperador
arriano Constancio. Participó en el Concilio de Nicea donde fue
acogido con grandes honores y se distinguió por su
oposición al arrianismo.
En medio de
sus trabajos por los otros, no olvidó que la verdadera caridad
empieza por sí mismo y trabajó ante todo por su propia
santificación. En las diócesis que estaba encargado de
gobernar, distribuyó hombres capaces de instruir y sostener a
los fieles. El santo se alarmó al enterarse de que Eusebio, el
obispo de Cesárea, favorecía la nueva herejía (se
trataba del Eusebio conocido como "el padre de la historia
eclesiástica"). La desconfianza que mostró Eustaquio por
la doctrina de ése y otros obispos, así como su
acusación en el sentido de que habían alterado el Credo
de Nicea, provocaron contra él las iras de los arríanos,
quienes consiguieron deponerlo hacia el año 330.
Antes
de salir de
Antioquía el pastor congregó a su grey y la
exhortó a mantenerse fiel a la verdadera doctrina. La
exhortación fue tan eficaz que se formó un grupo de
"eustacianos" para preservar la pureza de la fe y negar el
reconocimiento a todos los obispos que enviasen los arríanos.
Desgraciadamente, esta lealtad degeneró más tarde en
sectarismo contra los prelados ortodoxos.
Eustaquio fue
desterrado con algunos sacerdotes y diáconos a
Trajanópolis de Tracia. No sabemos con exactitud el sitio ni la
fecha de su muerte. La mayoría de sus copiosos escritos se
perdió. Entre las obras suyas que se conservan, la principal es
una disquisición contra Orígenes, en la que critica los
poderes de la pitonisa de Endor (1 Re. 28:7-23). Sozomeno recomienda
las obras de san Eustaquio por su estilo y contenido. Pero nada muestra
mejor la virtud del santo que la paciencia con que sobrellevó
las acusaciones calumniosas que se le hicieron en cosas de importancia
y, después, la deposición y el destierro. Eustaquio fue
más grande en la desgracia de lo que había sido cuando
sus virtudes brillaban pacíficamente en el gobierno de su sede.