SAN EULOGIO DE
CÓRDOBA
9 de enero
859 d.C.
Nació en Córdoba en el seno de una familia
cristiana que lo educó en la fe; fue confiado al abad
Esperaindeo, que gobernaba el monasterio de Santa Clara, cerca de
Córdoba. "Si quieres que tu oración vuele hacia Dios -le
dijo su abad- ponle dos alas: el ayuno y la limosna". A los 25
años fue un destacado sacerdote de la iglesia de San Zoilo en
Córdoba. En el monasterio de Santa Clara tuvo un
condiscípulo: el beato Álvaro Paulo, con el que mantuvo
una estrecha amistad que duró hasta la muerte. "Todas sus obras,
escribió san Álvaro, estaban llenas de luz. De su bondad,
y de su humildad y de su caridad podría dar testimonio el amor
que todos le tenían. Su afán de cada día era
acercarse más y más al cielo, y gemía sin cesar
por el peso de la carga de su cuerpo". Eulogio vivió siempre en
su casa con su familia, porque la comunidad de San Zoilo no era
monacal, ni él profesó nunca como monje.
Intentó ir a
Roma, pero se lo impidieron; quiso ir a Alemania para saber el paradero
de dos de sus hermanos: Isidoro y Álvaro, comerciantes y que
habían cruzado los Pirineos, pero tuvo que quedarse en Zaragoza,
porque no pudo pasar por las luchas que se entablaban en el
país, pero en Navarra descubrió que había una
España cristiana fuertemente enraizada en su fe, y esto le dio
ánimos para volver a Córdoba cargado de libros que no se
conocía en aquella ciudad, dividida por las insidias del
arzobispo Recafredo, que haciendo el juego a los musulmanes predicaba
la insumisión y el insulto al Islam, provocando
muchísimas muertes entre los cristianos, que querían con
ello alcanzar la palma del martirio. Eulogio criticó estas
actitudes suicidas. Hay algunos autores que invierte las actitudes de
ambos, Recafredo buscaría un compromiso con el Islam, sin que
los cristianos manifestaran su fe insultando al Islam, y Eulogio, en
cambio, defendía el martirio. Lo más lógico es que
la primera versión sea la auténtica ya que el martirio
nunca se busca, sería un suicidio y así lo ha entendido
la Iglesia durante siglos. Sabemos que hubo un concilio en
Córdoba en el 852, presidido por Recafredo, arzobispo de
Sevilla, y dominado por obispos elegidos por el emir. En este concilio
se anatemizó a los mártires voluntarios y se
decretó que nadie se defendiera. Eulogio, que se rebeló
heroícamente en el concilio, hizo caso omiso de esas leyes
dictadas por los obispos partidarios del emir.
Se convirtió en
el jefe del grupo de sacerdotes de San Zoilo, se dedicó a rezar
y a escribir, a instruir y alentar a los cristianos, acusados y
perseguidos por el Islam, si no abandonaban el cristianismo. Fue
entonces cuando escribió sus obras principales: el “Memorial
de los Mártires”, para ejemplo de los más
débiles, el “Documento Martirial”, para sostener el
ánimo de dos jóvenes cristianas, santas Flora y
María de Córdoba, encerradas en el calabozo, y el “Apologético”,
para defender la fe cristiana. Eulogio molestó a los visires y
al cadí por su incansable actividad y fue encarcelado durante 10
años. Cuando fue liberado, en el 858, fue elegido para suceder
al arzobispo de Toledo, pero no llegó a tomar posesión,
ya que fue arrestado de nuevo por haber hospedado y bautizado a santa
Leocricia en su casa y por ello fue acusado de proselitismo (el delito
era muy grave) y se le condenó a morir decapitado. Sus restos
están en Oviedo. Es patrón de Córdoba y Oviedo.
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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)