SAN ESTEBAN DE OBAZINA
8 de marzo
1159 d.C.



   Nació en los últimos años del siglo XI en Limoges, Aquitania, Francia. Desde pequeño hizo grandes penitencias, y parece ser que la concupiscencia que padecía, le hizo ser más radical, como la de sumergirse en agua fría, sobre todo en invierno. 

   Fue ordenado sacerdote, pero lo suyo no era la vida en la parroquia y junto a otro sacerdote, llamado Pedro, se retiró al bosque de Obacina (Limousin, Francia); para llevar una vida eremítica, dedicada a la oración y al ayuno, pero en esta soledad no estuvieron mucho tiempo. El día de la partida, ofrecieron una fiesta a sus amigos y distribuyeron todos sus bienes entre los pobres. 

  Como muchos discípulos decidieran unirseles obtuvieron del obispo de Limoges, el permiso de construir un  monasterio y de celebrar los sagrados misterios a condición de que se atuviesen a las reglas tradicionales. Como se sabe, los monasterios de los ermitaños no consistían en un edificio propiamente dicho, sino en una serie de cabañas, en cada una de las cuales habitaban uno o dos monjes.

   La austeridad de la comunidad de Obazine era extraordinaria y, aunque San Esteban era bondadoso y amable por temperamento, urgía con gran rigor la observancia. Los monjes pasaban el día en la oración, la lectura espiritual, el trabajo manual y nunca comían antes de la caída del sol. San Esteban no se consideraba superior a los otros y participaba, como el último de los monjes, en el trabajo de la cocina y en el acarreo del agua. El monasterio no necesitaba ninguna regla escrita, pues san Esteban era la regla viviente, pero tuvieron que elegir abad, pero ni Pedro ni Esteban querían, cada uno quería que fuese el otro, hasta que un día pasó por allí un prelado que eligió a Esteban, que no tuvo más remedio que aceptar los planes de Dios.

   Fundaron otros monasterios, Esteban fundó también un convento de mujeres, casi tan estricto como el de los hombres y pronto hubo en él 150 religiosas. Se decía que vivían tan separadas del mundo y con tal frugalidad, que los únicos lazos que las ataban a la tierra eran los que no podían cortar sin atentar contra la vida.

    Al cabo de algunos años, san Esteban, temiendo que la disciplina se relajase después de su muerte, por falta de constituciones escritas, pidió al monasterio cisterciense de Dalón que enviara a algunos monjes a su comunidad para instruirla en las reglas de la orden. En 1142, el propio san Esteban tomó el hábito del Císter y el obispo de Limoges le consagró abad. Su muerte ocurrió doce años más tarde. Tiene culto local.

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(Parroquia San Martín de Porres)