SAN ENRIQUE MORSE
1 de febrero
1645 d.C.
Nació en Brome (Suffolk) en el seno de una familia anglicana. Se
convirtió al catolicismo; después de haber sido miembro
del Inns of Court estudió para ser sacerdote en Douai. Vuelto a
Inglaterra, en 1618, fue desterrado por negarse a hacer el juramento de
fidelidad al rey, y entonces se marchó a Roma, donde
completó los estudios y fue ordenado sacerdote.
En 1624 regresó
a Inglaterra. Ejerció su ministerio sacerdotal en Heaton hasta
que, arrestado en Newcastle, fue llevado a Londres y encerrado en la
prisión de Newgate, donde encontró al presbítero
el beato Juan Robinson, siendo ambos trasladados a los calabozos el
castillo de York. Aquí emitió sus votos simples de la
Compañía de Jesús mientras fue liberado.
A fines de 1633, el P.
Morse regresó clandestinamente a Inglaterra y, con el nombre
falso de Cuthbert Claxton, ejerció su ministerio en Londres. Muy
pronto tuvo ocasión de desplegar una benéfica actividad,
durante la epidemia de peste que azotó a la ciudad entre 1636 y
1637. El P. Morse tenía una lista, de cuatrocientas familias
católicas y protestantes, afectadas por el mal, a quienes
visitaba regularmente, llevándoles ayuda material y espiritual.
Su abnegada caridad produjo una impresión tan profunda que, en
menos de un año, cien de aquellas familias anglicanas se
reconciliaron con la Iglesia Católica. Ponía tanto
entusiasmo nuestro santo en el desempeño de su misericordiosa
tarea, que por tres veces contrajo la peste y otras tantas se
recuperó para volver a la brega, hasta que sus superiores le
amonestaron, indicándole que debería moderar su celo. Fue
por entonces, precisamente, cuando las autoridades descubrieron la
identidad del P. Morse y lo aprehendieron de nuevo, acusándolo
de ser sacerdote y de haber «pervertido a unos quinientos
súbditos protestantes de Su Majestad, dentro y fuera de la
parroquia de San Gil de los Campos, en Londres». El acusado se
declaró culpable del primer cargo, pero no así del
segundo y, por fortuna, antes de que se pronunciara la sentencia,
intervino en su favor la reina Enriqueta María, y el P. Morse
fue puesto en libertad bajo fianza de 10.000 florines. Poco
después, al emitirse la proclama real que imponía un
plazo con límite hasta el 7 de abril de 1641, para que todos los
sacerdotes católicos abandonaran el país, Enrique Morse
se sintió obligado a partir, para no comprometer a sus fiadores
y así volvió a emprender su labor misionera entre las
tropas inglesas en Flandes.
Pero dos años
más tarde, en 1643, volvió de Gante hacia Inglaterra y,
durante dieciocho meses consiguió burlar la vigilancia y
desempeñar su ministerio en el norte del país, hasta que
fue aprehendido por sospechas, mientras visitaba a un enfermo en los
límites de Cumberland. De ahí fue conducido a Durham,
pero en el camino, cuando pernoctaban en la casa de uno de sus
captores, la esposa de éste, que era católica,
ayudó a escapar al P. Morse. Poco le duró la libertad,
porque seis semanas después volvieron a arrestarle, y luego de
permanecer algún tiempo en la carcel de Durham, fue trasladado,
con escolta, a la de Newcastle, en Londres. Allí debió
comparecer ante el Tribunal Mayor para ser juzgado como criminal
reincidente. Fue condenado a muerte sin apelación en vista de
que había vuelto a cometer el delito por el que se le
había juzgado nueve años antes.
El día
señalado para la ejecución, el P. Morse celebró en
la celda la misa votiva de la Santísima Trinidad, antes de que
le condujeran en la fatídica carreta al cadalso de la plaza de
Tyburn. Ahí, mezclados a la acostumbrada muchedumbre de
curiosos, se hallaban los embajadores de países
católicos, como Francia, España y Portugal, con sus
séquitos correspondientes, para rendir homenaje al
mártir. Éste, colocado ya bajo la horca y con la cuerda
al cuello, habló a los presentes con voz serena, afirmando que
moría por su religión y tan sólo por haber
trabajado siempre por el bienestar de sus conciudadanos, negando
rotundamente que hubiera organizado o participado en
conspiración alguna contra el rey, como aseguraban sus
acusadores. Después oró en voz alta por la
salvación de su alma, por la de sus perseguidores y por el Reino
de Inglaterra; en seguida, hizo la indicación de que estaba
listo. Rápidamente fue retirada la carreta y el P. Enrique
Morse, quedó pendiente de la cuerda. Murió ahorcado el
1º de febrero de 1645.
Entre las diversas reliquias de mártires ingleses
que reunió el embajador de España, conde de Egmont, para
sacarlas al extranjero, donde habrían de ser debidamente
veneradas, figuraban especialmente las de san Enrique Morse. Fue
beatificado en 1929, y declarado Santo por SS Pablo VI el 25 de octubre
de 1970.