SAN ENRIQUE II
13 de julio
1024 d.C.
Nació en Hildesheim, Baviera y era hijo de Enrique el Litigioso
y el mayor de sus cuatro hermanos (Bruno será obispo de
Augsburgo, santa Gisela casará con san Esteban de Hungría
y Brígida llegará a abadesa de San Pablo de Ratisbona).
Siguiendo la costumbre de la época fue educado en un monasterio,
antes de asumir sus obligaciones políticas. San Wolfgango,
obispo de Ratisbona, fue su preceptor e influyó en su
espíritu de devoción a la Iglesia y al monacato.
Elegido duque de
Baviera, acompañó Italia a Otón III (996) para
reprimir la rebelión de los romanos contra el Papa. Se
casó con santa Cunegunda de Bamberg por sus virtudes, aunque era
de condición inferior a la suya, de la cual, por desdicha, no
tuvo hijos (la idea de la continencia fraterna es quizá
legendaria, otros autores afirman que era impotente).
Después de
siete años de gobierno ducal y tras la muerte de Otón
III, fue elegido rey de Germania en el 1002. Desde su juventud fue
llamado Enrique "el Piadoso". Fue coronado en Maguncia (1007) por san
Willigis, arzobispo de Maguncia y después en San Pedro del
Vaticano (1014), recibió por primera vez, de manos Benedicto
VIII, además de la corona, un globo terráqueo dominado
por una cruz, que lo hacía emperador.
Como su predecesor,
Otón, fue uno de los impulsores de la idea de
restauración del antiguo Imperio romano de Occidente, cuya sede
no debía estar en Roma (que era capital espiritual) sino en
Alemania. Se vio obligado, casi durante toda su vida, a empuñar
las armas: ante todo para someter a los rebeldes a su vasto imperio,
que le pertenecía después del tratado de Verdún
(843) y que comprendía la mayor parte de Alemania, los
Países Bajos, Bélgica, Suiza, Austria y el norte de
Italia; luego, para reprimir las incesantes rebeliones de sus
cuñados y para hacer frente al duque de Polonia, Boleslao (para
luchar contra este duque se alió con los pueblos paganos, san
Bruno Bonifacio le reprochó este gesto, que le minaba su labor
misionera entre los paganos de Rusia).
Llamado a Italia por Benedicto VIII, con el que
había concertado la reforma de la Iglesia (1021), en la que
interesó asimismo al rey de Francia (Roberto el Piadoso), tuvo
que volver a Alemania después de haber conseguido "la paz de
Dios" (que consistía que entre los pueblos y naciones cristianas
no hubiera guerras). En su estancia en Roma sufrió una
contracción de los tendones que lo dejó cojo.
Luchó contra la simonía y el nicolaísmo de los
obispos y consiguió la conversión del rey de Bohemia,
Esteban. Convocó los sínodos de Dortmund, Westfalia, y
allí se trataron muchos puntos de la disciplina
eclesiástica y se acordó la observancia de los sagrados
cánones; y los sínodos de Frankfurt en 1006 y Bamberg en
1011. En 1022, convocó el sínodo de Pavía, en el
que se prescribió el celibato eclesiástico.
Se hizo defensor del
pueblo débil, a lo largo de una vida entregada a Dios y a sus
súbditos en cuerpo y alma; siempre con la fiel ayuda de su casta
esposa Cunegunda. Su principal rasgo es haber potenciado la reforma
cluniacense, iniciada en aquella época por san Odilón de
Cluny -uno de sus íntimos amigos- y el beato Ricardo de
Saint-Vanne. Fundó la diócesis de Bamberg y Basilea. En
los últimos años de su vida recomendaba: "nuestro
corazón viva ya desde ahora en el cielo por el deseo y el amor.
Porque la gloria presente, mientras se posee, es caduca y vana, a no
ser que nos ayude en algún modo a pensar en la eternidad
celestial".
Murió prematuramente a los 51 años en el palacio imperial
de Grona en Gotinga, disponiendo que se le sepultara en la catedral que
había mandado construir y que había sido consagrada por
el Papa Juan XVII (1007). La leyenda narra numerosos milagros que
hicieron los santos Benito, Lorenzo, para curarle de sus males, pero es
una copia de la vida de san Dagoberto II. Quiso hacerse benedictino y
por esto fue declarado por el papa san Pío X, patrón de
los Oblatos benedictinos. Patrón de Basilea y
Bamberg. Eugenio III canonizó a San Enrique en 1146.