SAN DUNSTÁN DE
CANTERBURY
19 de mayo
988 d.C.
Nació en Glastonbury, en el seno de una familia ilustre que lo
envió a la abadía donde fue educado; obtuvo un profundo
conocimiento de la lengua latina, las Sagradas Escrituras, los Padres
de la Iglesia y Filosofía. Recibió la tonsura y las
órdenes menores. Gracias a la recomendación de san
Atelmo, arzobispo de Canterbury, su tío, fue llamado a la Corte
para que fuera consejero del rey Athelitano o Athelstan, que lo
tomó como servidor y amigo. Los favores de los que era objeto le
acarrearon muchos enemigos por lo que se refugió junto al obispo
de Winchester, san Elfego “el Viejo”, que era familiar suyo, y su vida
de santidad le influyó tanto y, a raíz de una enfermedad
grave, se hizo monje y fue ordenado por san Elfego, que le
concedió la custodia de la iglesia de Nuestra Señora de
Glastonbury; allí hizo penitencia y oración y
recibía a todos los que acudían a él. En esta
iglesia se había construido una celda tan angosta que
parecía un sarcófago.
El rey Edmundo en 941, le llamó a la Corte y le
hizo ministro suyo. La envidia le llevó al destierro. Pero el
rey se dio cuenta de todas las vilezas cometidas con Dunstán y
le reintegró en sus cargos y honores y en el 943 fue nombrado
abad y bajo su mandato el monasterio de Glastonbury fue el más
grande centro de cultura de Inglaterra; personalmente trabajaba como
orfebre, miniaturista, recamador, y también como musicista. Otro
rey, Edred, puso su entera confianza en nuestro santo y su justicia y
bondad trajeron la bendición del pueblo. Un nuevo rey, Edwy,
como Dunstán le había reprobado su concubinato, le
exilió y ordenó el saqueo de todas las abadías que
habían escapado a la devastación de los daneses, excepto
Glastonbury y Abingdon. Dunstano pasó un año en Gante,
entonces, centro de reforma monástica. El rey san Edgard de
Inglaterra le solicitó que regresase de su exilio y le
nombró su principal consejero. Fue ordenado obispo de Worcester
(957), de Londres y de Canterbury (961) como le había predicho
el anterior obispo, Odón, cuando le consagró obispo de
Winchester; además el papa Juan XII le nombró su Legado
en Inglaterra (961). En el 975 presidió un sínodo en
Winchester para reformar el clero, concretamente quiso terminar con los
sacerdotes amancebados; a los obispos casados los destituyó y a
los abades, que en sus monasterios mantenían mujeres, los
expulsó de sus monasterios.
Junto a san Etelwoldo de Winchester y san Oswaldo de York
elaboraron una reforma monástica y eclesiástica en toda
Inglaterra que fue el inicio de una vigorosa política de
unificación nacional y despertar moral. Activo y enérgico
hasta el final, murió en paz en Canterbury. Es una de las
grandes figuras de la historia inglesa. Algunos pasajes de su vida son
una leyenda copiadas de la de san Eloy. Patrón de Canterbury.