Cuando san Boisil,
murió de peste, en el 774, fue elegido prior de Melrose y como
tal se dedicó a educar contra la superstición de los
aldeanos. A fin de asistir a las abatidas gentes y de revivir la
cristianidad, san Cutberto emprendió un extenuante esfuerzo
misionero que duró todos los años en que fue prior,
primero en Melrose y después en Lindisfarne. Viajó a
través de montes y valles, algunas veces a caballo, otras a pie,
prefiriendo siempre las más remotas aldeas, ya que éstas
tenían menos oportunidades de ser visitadas. Como Aidán,
enseñó de casa en casa, pero mientras éste iba
siempre acompañado de un intérprete, por no conocer el
dialecto, Cutberto podía hablar a los campesinos en su propia
lengua y con su propio acento nortumbriano. Conocía la
topografía, pues había recorrido las tierras bajas con
sus rebaños, podía adentrarse en las vidas de sus oyentes
y se contentaba con frugal comida. Su aspecto apacible y su palabra
jovial y persuasiva, pronto le ganaron la voluntad de sus
huéspedes, de manera que sus enseñanzas tuvieron un
éxito extraordinario. Llevó el Evangelio desde la costa
de Berwick hasta Solway Firth y donde quiera fue recibido y honrado
como huésped.
Después del
concilio de Whitby, Eata, abad de Lindisfarne, le nombró prior
del monasterio (otro monasterio fundado por san Aidan), que
seguía la nueva observancia benedictina. Su tarea no fue
fácil, pues muchos de los monjes que quedaban eran contrarios a
las innovaciones. Eata y Cutberto, cualesquiera que hayan sido sus
sentimientos, estaban decididos a apoyar las decisiones del concilio de
Whitby. Tuvieron que afrontar oposiciones y aun insultos, pero la
conducta de Cutberto fue más allá de cualquier alabanza:
ni una sola vez perdió la paciencia o el dominio de sí
mismo; pero, cuando los descontentos se volvían demasiado
agresivos, se retiraba tranquilamente y terminaba la discusión,
para reanudarla cuando la pasión se había calmado.
Después de
algunos años en Lindisfarne, la añoranza de una vida de
unión más íntima con Dios lo condujo, pidió
retirarse en soledad a la isla de Farne; en este lugar vivió
como solitario, durante algunos años.
Fue elegido abad
mitrado (tenía las misma facultades que un obispo pero sin
abandonar su monasterio) de Lindisfarne en marzo del 685, en York, en
el sínodo de obispos de Twiford en Northumberland, por el obispo
de Canterbury, san Teodoro de Tarso y, en cuanto pudo, se retiró
de nuevo a la soledad de su isla: "Cultivad la unanimidad y la
obediencia, y no creáis que mi vida es mejor que la vuestra".
Predicó, enseñó, distribuyó limosnas e hizo
tantas curaciones milagrosas, que mereció durante su vida el
nombre de «el Taumaturgo de Bretaña», título
que mantuvo después de su muerte, debido a las curaciones
efectuadas en su sepulcro. En cierta ocasión, reavivó con
un beso al hijo de una viuda, en el que la vida parecía haberse
extinguido.
Es uno de los
santos ingleses más famosos y su sepulcro fue uno de los lugares
más frecuentados del Medioevo. Fue amigo de san Herberto, y
ambos murieron el mismo día. Le sucedió san Eadberto, en
la sede de Lindisfarne. Vivió en tiempos de la abadesa santa
Ebba. Patrón de Durham.