SAN CLAUDIO DE LA COLOMBIERE
15 de febrero
1682 d.C.
Nació
en Saint Symphorien d'Ozon (Delfinado, Francia). Su familia se trasladó
a Vienne y allí estudió en el colegio de la Trinidad de la
Compañía de Jesús, e ingresó en la Congregación
Mariana.
A los 18 años ingresó
en el noviciado de la Compañía de Jesús de Aviñón.
Se hizo jesuita y dijo: "Cuando me hice religioso, tenía una grandísima
aversión a la vida que iba a abrazar. Los planes que se trazan para
servir a Dios, nunca se realizan sino a costa de grandes sacrificios. He
ingresado en la Compañía de Jesús por el aprecio que
siempre he tenido por sus Reglas; y por haber visto que los Superiores saben
exigir de tal manera su observancia, que estoy persuadido ser cosa fácil
santificarse uno mismo y ayudar con la palabra y el ejemplo a la santificación
de los demás". Sabemos que tenía una inclinación hacia
la literatura y la vida de sociedad. El maestro de novicios dio al padre
Provincial este informe del novicio: "Es un joven con una prudencia superior
a lo que corresponde a su edad. De juicio sólido, de rara piedad y
las más altas virtudes no le parecen excesivas a su fervor".
En 1660 fue enviado a París,
donde estudió Teología en el colegio de Clermont, y fue nombrado
preceptor de los hijos de Colbert, ministro de Finanzas de Luis XIV. París
en aquellos momentos vivía un ambiente de renovación espiritual
caldeado por la figura apostólica de san Vicente de Paúl, y
la de Berulle y de M. Olier, iniciadores de la espiritualidad del seminario
de San Sulpicio. Al mismo tiempo el jansenismo se adentraba en la sociedad.
Fue ordenado sacerdote en 1669 y su nuevo destino fue el colegio de la Trinidad
de Lyon. Su tarea apostólica fue la dirección de a Congregación
Mariana del colegio; y su especialidad literaria, la oratoria sagrada, fue
tan destacable que sus superiores le destinaron a la predicación.
1674, año de la tercera
probación, fue decisivo en su vida donde recibió la impresión
de la misión que debía realizar: "Hago el propósito
firme de cumplir cuanto me sea posible con toda fidelidad todos los deberes
de mi estado y ser fiel al Señor aun en las cosas más mínimas;
romper de un golpe y para siempre las cadenas del amor propio, quitándole
toda esperanza de ser alguna vez tenido en consideración; adquirir
en poco tiempo los méritos de una vida larga; reparar las irregularidades
pasadas; dar a Dios una prueba de gratitud por las infinitas gracias recibidas,
y hacer de mi parte cuanto pueda para ser de Dios sin reserva alguna".
Fue nombrado Rector del
colegio de Paray-le-Monial, para que dirigiese espiritualmente a una religiosa
que recibía la presencia del Sagrado Corazón: santa Margarita
María de Alacoque. Durante un año y medio se encontraron los
dos santos; santa Margarita hacía tiempo que había tenido una
visión que le había dicho: "No temas, muy pronto te enviaré
a mi amigo y siervo fiel para que guíe tus pasos y te ayude en la misión
que te voy a encomendar". Claudio fue el único que la entendió.
La santa escribió: "El padre tuvo que sufrir mucho por mi causa. Decíase
que yo pretendía engañarle con mis ilusiones, pero él
no se preocupaba de las habladurías y no dejó de ayudarme mientras
estuvo en la ciudad y no ha dejado nunca de ayudarme"...
En 1676, fue trasladado
a Londres, porque había sido nombrado predicador de la duquesa de
York, la católica María Beatriz, hija del duque de Módena,
que había puesto como condición para casarse con el futuro
rey Jacobo II, tener un predicador católico. Difundió la devoción
al Sagrado Corazón en un ambiente de hostilidad hasta 1678, cuando
su apostolado se truncó al ser detenido y torturado en la Torre de
Londres y condenado a muerte, por la delación de un sacerdote francés
que quiso vengarse de él. Por la intervención del rey de Francia
se le conmutó la pena capital por el destierro. Claudio tuvo una inmensa
confianza en la Providencia, conocido como “Acto de confianza”. Murió
a los 43 años en Paray-le-Monial, tras muchos sufrimientos a causa
de una fuerte hemotisis.
El 16 de junio de 1929, el Papa Pío XI beatificó
a Claudio La Colombière, cuyo carisma según Santa Margarita
María Alacoque, consistió en elevar las almas a Dios siguiendo
el camino de amor misericordia que Cristo nos revela en el Evangelio. Fue
canonizado por SS Juan Pablo II el 31 de mayo de 1992, en la Basílica
Vaticana.