SAN CIRILO DE
JERUSALÉN
(Doctor de la Iglesia)
17 de marzo
386 d.C.
Nació en Jerusalén. Nada sabemos de su juventud, pero hay
indicios de que la pasó en la vida monástica en estudio y
oración. Fue ordenado sacerdote por san Máximo de
Jerusalén, hacia el 345, y se dedicó a preparar a los
catecúmenos para el bautismo.
Nombrado obispo de
Jerusalén en el 350, fue reconocido en esta sede como un primado
de honor sobre los demás obispos en el concilio de Nicea, no sin
bastantes dudas de los historiadores posteriores (san Jerónimo y
Rufino) que lo acusan de filoarriano, y suceder con malas artes a san
Máximo, ya que lo eligieron obispos arrianizantes. Tuvo que
sufrir las acusaciones de Acacio de Cesarea, obispo arriano, que
logró exiliarlo de su iglesia nada menos que dos veces, pero en
ningún momento quiso ser fuente de violencia, procuró la
paz, y su actitud conciliadora pero al mismo tiempo firme en la fe. En
la primera expulsión en 357, la acusación fue que
había vendido bienes de la Iglesia para dárselo a los
pobres, y algunos de estos meses terminaron en manos de personas de
moral poco recomendable. Se refugió en Tarso, donde fue recibido
por el obispo Silvano que estaba en la misma línea que él
sobre el “Homousios”: El Hijo es semejante al Padre en todo. El
sínodo de Seleucia del 359 acogió la apelación de
Cirilo y depuso al metropolita Acacio. Pudo volver a su sede tras su
exilio (bajo el emperador Constancio, que era arriano) de modo que
Acacio fue restituido en su sede y con las mismas acusaciones Cirilo
tuvo que sufrir su segundo exilio (360), pero fue breve, porque
subió al trono Juliano el Apóstata, que anuló los
decretos de su prececesor. El nuevo emperador arriano, Valente,
volvió a exiliarlo; no sabemos donde estuvo, sólo que
regresó a su sede a la muerte de Valente en el 378, cuando
ocupaba el trono el católico Teodosio; cuando regresó
tuvo que reconstruir su sede.
Son admirables su
compresión y amor a la paz, sobre todo su santidad y sus
celebérrimas "Catequesis", llamadas "mistagógicas"
porque nos introducen en los misterios de la fe en Cristo. "En la
figura del pan se te da el Cuerpo y en la del vino la sangre; para que
tu, recibiendo el cuerpo y la sangre de Cristo, te hagas un
cuerpo y una sangre con el; a fin de que seamos cristóforos,
portadores de Cristo, al comunicársenos a nuestros miembros su
Cuerpo y su Sangre". "Las Catequesis", las pronunció pero
no son una obra literaria suya, pues se cree que las escribió
otro. Introdujo una norma para comulgar en aquellos tiempos, que en la
actualidad reaparece en la liturgia eucarística: "Haced de
vuestra mano izquierda como un trono en que se apoya la mano derecha,
que ha de recibir al Rey".
Participó en el II Concilio Ecuménico de Constantinopla
en el 381, que reconoció la legitimidad de su episcopado,
sentándose entre los jefes del partido ortodoxo.
Suscribió la condena de los semiarrianos y de los macedonios
(que negaban la divinidad de Cristo y del Espíritu Santo).
Murió en Jerusalén después de 38 años de
episcopado (de ellos dieciséis en el exilio). Sus colegas en el
episcopado escribieron grandes elogios al papa san Dámaso. La
Iglesia le ha honrado siempre como el príncipe de los
catequistas.