SAN CIPRIANO DE
CALAMIZZI
20 de noviembre
1190 d.C.
Nació en Calabria, en el seno de una noble y rica familia; el
padre era médico y también Cipriano fue un “experto en la
ciencia médica”. Más que la salud física
prefirió la espiritual: a los 25 años ingresó
entre los monjes del monasterio del Santísimo Salvador de
Calanna.
La austera vida
monástica caracterizada de vigilias, trabajo y penitencia, no le
convenció completamente; por lo que le pidió al superior
que le dejase practicar la vida eremítica. Se retiró a
las posesiones paternas de Pavigliana, donde había una iglesia
dedicada a la mártir santa Veneranda. Aquí pasó 20
años en total soledad, trabajando para ganarse el pan, orando,
meditando y haciendo penitencia.
La noticia de su presencia se difundió en el valle, así
todos los habitantes de los pueblos cercanos, se acercaban a él
para obtener ayuda de todo tipo, particularmente en sus enfermedades;
algunos le pidieron quedarse con él. En este tiempo murió
el abad del monasterio de San Nicola di Calamizzi, Pablo, y los monjes
se acercaron a Cipriano que tenía 60 años, para pedirle
que fuera su abad. El eremita pensando que esto era la voluntad de
Dios, aceptó. Durante este periodo, Cipriano animó la
vida espiritual y cultural de todos los monjes, restauró la
iglesia, construyó el campanario, las celdas para los monjes, el
refectorio, adquirió libros.
Su actividad no tenía descanso: por el día trabajaba y
curaba a los enfermos, por la noche oraba. Comía y dormía
solamente lo suficiente para sobrevivir. No faltaron los sufrimientos;
sobretodo cuando cayó del carro que utilizaba para trasladarse,
que le supuso una fractura en la pierna que lo dejó cojo para
toda la vida. Murió después de pedir perdón a
todos. Fue sepultado en la iglesia del monasterio.