SAN CARLOS DE SEZZE
6 de enero
1670 d.C.



   Nació en Sezze Romano (Italia). Trabajó como pastor y un día una bandada de aves espantó a los bueyes que Carlos dirigía cuando estaba arando, y estos arremetieron contra él con grave peligro de matarlo. Cuando sintió que iba a perecer en el accidente, prometió a Dios que si le salvaba la vida se haría religioso. Y milagrosamente quedó ileso.

   Quiso ser franciscano lego para imitar a san Salvador de Horta y a san Pascual Bailón. Pidió entonces a unos religiosos franciscanos que le ayudaran a entrar en su comunidad y ellos lo invitaron a que fuese a Roma para que hable con el superior de la Orden. Así lo hizo junto con tres compañeros más y tras ser probados con en la humildad tratándolos con mucha dureza, el superior accedió a admitirlos.

   Aunque creyó sentir la llamada para las misiones, una grave enfermedad le retuvo en su tierra del Lazio, yendo de un convento a otro, hasta acabar en la ciudad de Roma. Allí, en San Pietro in Montorio y en San Francesco a Ripa (donde hoy se veneran sus restos), no pasó de las actividades más modestas: cuidar enfermos, hacer de sacristán, pedir limosna. Incluso dentro de su Orden era un "don nadie", pero resultaba que tenía un especial don taumatúrgico.

   Ante el pedido de muchas personas que le pedían incesantemente que redactáse algunas normas para orar mejor y crecer en santidad, el santo publicó un folletín causándole diversas difucultades por lo que casi es expulsado de su comunidad. Humillado se arrodilló ante un crucifijo para contarle sus angustias, y oyó que Nuestro Señor le decía: "ánimo, que estas cosas no te van a impedir entrar en el paraíso".

   La petición más frecuente del hermano Carlos a Dios era esta: "Señor, enciéndeme en amor a Ti". Se dice que durante una Misa, al elevarse la Sagrada Forma de ella partió un rayo luminoso que le hirió en el pecho hasta penetrar en su corazón. A raíz de aquella experiencia y, a pesar de tener muy pocos estudios, escribió un libro de mística "Las grandezas de la misericordia de Dios", de la misma manera que hacía poesía. Conoció la caridad de sus superiores, que no quisieron que se colgara un trozo de loza de los platos que rompía (que eran muchos y muy a menudo), y que era la forma de penitencia que se usaba entre los franciscanos para recordar el cuidado que hay que tener con todas las cosas. Fue un santo obedientísimo que no pudo ser sacerdote ni misionero. Su Santidad Juan XXIII lo canonizó el 12 de abril de 1959.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)