SAN CARLOS DE SAN
ANDRÉS HOUBEN
5 de enero
1893 d.C.
Nació en
Munstergeleen (Limburgo, Holanda). Era de carácter abierto y
jovial, aunque inclinado a la reflexión. Se distinguió
por su ferviente devoción a la Eucaristía y a
María. Estudió para ser sacerdote aunque no se
distinguió por su inteligencia, pero esto no impidió que
fuera presbítero. Ingresó en los pasionistas en 1845 y
tomó el nombre de Carlos de San Andrés. Su
petición de ingreso en la Congregación de la
Pasión fue aceptada por el beato Domingo de la Madre de Dios.
En 1852, fue enviado a
Inglaterra, donde trabajó entre los mineros de Aston;
ejerció durante un tiempo el cargo de vicemaestro de novicios,
en Broadway, y el misterio sacerdotal en la parroquia de San Wilfrido y
en el barrio hasta que en 1856 lo trasladaron al nuevo convento de de
Mount Argus, cerca de Dublín.
En Irlanda pasó
el resto de su vida (excepto un paréntesis de ocho años).
Buscó la soledad para estar en contacto con Dios, pero su
soledad era invadida continuamente por la gente, que lo buscaba. Fue
sacerdote de singular piedad; se distinguió particularmente en
el ejercicio de la obediencia, en la práctica de la pobreza, de
la humildad y de la sencillez, y aún más en la
devoción de la Pasión del Señor. Se dedicó
particularmente a la dirección espiritual de las almas a
través de la confesión.
La fama de sus virtudes atrajo muy pronto al convento a un gran
número de fieles, que pedían su bendición. En una
ocasión, mientras visitaba una parroquia de campo, transportaron
a los enfermos fuera de sus casas y los alinearon a lo largo de la
calle, para que los bendijera. Existen testimonios atendibles de
curaciones sorprendentes, que le valieron la fama de taumaturgo.
A
causa de esta fama, difundida en todo el Reino Unido y extendida
también en Estados Unidos y Australia, para darle un poco de
tranquilidad fue trasladado en 1866 a Inglaterra, donde vivió en
los conventos de Broadway, Sutton y Londres. En 1874 volvió a
Dublín, donde permaneció hasta su muerte. A causa de su
vida austera y de penitencia que hacía su salud empeoró,
como por un accidente que tuvo del que contrajo una gangrena, pero
jamás se le oyó lamentarse. Murió lleno de
méritos. Fue canonizado por Benedicto XVI el 3 de
junio de 2007.