SAN CANUTO IV DE
DINAMARCA
10 de julio
1086 d.C.
Nació en Quersonesa, Dinamarca. Era hijo natural de Swein III,
rey de Dinamarca y ahijado de Canuto, rey de Inglaterra. Padre de san
Carlos el Bueno y esposo de Adela, hija de Roberto, conde de Flandes.
Al morir su hermanastro Harald fue proclamado para sucederle en el
trono de Dinamarca. Fue un rey cristiano en tiempos bárbaros y
turbulentos en los que se mezclaron desconcertadamente empresas
guerreras y misionales, invasiones, conquistas y actos de justicia no
poco expeditivos con muestras de encendida piedad. Su reinado
transcurrió entre 1080 y 1086. El mismo caudillo que
exterminó piratas e invadió Inglaterra, volvió a
su patria llevándose como piadoso botín las reliquias de
san Albano, que se guardaron en una iglesia de Odense.
Ya proclamado rey,
reprimió con vigor implacable sublevaciones de sus
súbditos, depositó su corona al pie del crucifijo,
luchó contra los estonios y fundó hospitales, iglesias y
monasterios; no tuvo nada de blando como monarca, pero nadie más
solícito que él para con los ancianos y los enfermos, a
quiénes visitó, consoló y colmó de grandes
limosnas. Favoreció a la Iglesia y su buena organización,
reprimió el resurgimiento del viejo paganismo, y procuró
que las leyes estuvieran inspiradas en el evangelio, por ejemplo en lo
relativo a los esclavos. Se le considera el apóstol de Dinamarca.
Unos rebeldes, vasallos suyos, (a quienes había exigido el pago
del diezmo), mandados por su hermano Olaf, le tendieron una trampa en
Odense, en la isla de Fionia, y después de fingir que se
sometían, le cercaron en la iglesia de San Albano con unos pocos
caballeros leales. Allí confesó, se postró al pie
del altar, perdonó a sus enemigos y se dispuso a librar la
última pelea. Se le consideró mártir. Murió
junto con su hermano Benedicto y otros siete leales más
asaetado. Patrón de Dinamarca.