Según
su “Passio”, Canión era un obispo africano, de la iglesia
de Juliana, en Pirenaica. Cuando se inició la persecución
de Diocleciano en el 292, Canión fue conducido a Cartago para
ser interrogado y torturado. Sufrió el terrible tormento sin
sacrificar a los dioses. Por orden de Pigrasio, Prefecto de Cartago,
fue nuevamente torturado y mientras tanto predicaba el Evangelio a los
asistentes, de los que se convirtieron muchos, que luego
morirían decapitados. En otra sesión de torturas
sucedió un terremoto en Cartago, que hizo que Canión
pudiera huir en una barca que lo llevó milagrosamente a las
costas de la Campania en Italia.
En
la ciudad de Atella (Aversa, Italia) predicó la fe cristiana y
con sus dones taumatúrgicos curó a muchos. Pero fue de
nuevo perseguido y por último martirizado. Su cuerpo cuerpo
reposa en la catedral de Atella.