SAN CALUPÁN
3 de marzo
576 d.C.
Según
san Gregorio de Tours, que lo conoció personalmente, cuando era
adolescente ingresó en el monasterio de Melitum (quizás
el actual Méallet, en el cantón de Mauriac). Como era de
salud enfermiza, no pudo cumplir, como los otros monjes, al trabajo de
la abadía como otros religiosos; como sus cohermanos se
quejasen, decidió abandonar la abadía y vivir como
ermitaño.
Se retiró a
vivir en una caverna, en un promontorio no muy lejano, donde se
alimentaba del pan que le llevaban sus antiguos hermanos, de los peces
que Dios hacía aparecer en la gruta y del agua de una fuente que
había brotado milagrosamente. Las serpientes sostuvieron una
gran familiaridad con él y se narra que se enroscaban en su
cabeza. El ermitaño sufrió grandes tentaciones y
satanás se le aparecía en forma de dragón: orando
y haciendo el signo de la cruz, consiguió liberarse de su
presencia. Fue visitado por el obispo de Clermont, san Avito I, que al
encontrarle culto e instruido, lo ordenó diácono y
después sacerdote. Actualmente no quedan rastros de su culto.