SAN BERNARDINO REALINO
2 de julio
1616 d.C.
Nació en Carpi (Módena, Italia), en el seno de una
familia de la burguesía; su madre fue quién más
influyó en su primera educación. Estudió en
Módena humanidades, y allí realizó sus primeros
poemas. Fue muy hábil con la mente y con las manos.
Practicó la esgrima y el puñal con gran destreza, hasta
que un día en una lid, hirió a un hombre sin sentirlo
mucho, y tuvo que huir de la ciudad. En 1548, gracias al mecenazgo del
cardenal Madruzzo, patrón de su padre, y que costeó su
carrera, ingresó en la Universidad de Bolonia,
doctorándose en Derecho civil y canónico. Marchó a
Milán con la esperanza de que su mentor, entonces gobernador del
ducado, le diera un puesto en la oficialidad. En 1556 fue nombrado
podesta de Felizzano, en lo que hoy es el Piamonte. Pasado un
año cesó del cargo, para vegetar en el olvido hasta que
alguien se acordó de él y lo nombró, primero
abogado fiscal de Alessandria, y luego alcalde de la diminuta
población de Cassine, y en 1562, juez de Castiglione, cerca de
Milán. Concluido su mandato, el marqués de Pescara,
gobernador de Milán, lo llamó para su servicio personal
como intendente de la ciudad y lo nombró administrador de las
posesiones que tenía en Nápoles.
En las horas libres se dedicaba a la literatura y
tenía escrito un comentario sobre las obras de Catulo, que
hubiera publicado si un día un jesuita no le hubiera aconsejado
rezar el rosario. Aquel rosario le convirtió, y lo primero que
hizo fue quemar su escrito sobre Catulo, e ingresó en el colegio
de la compañía de Jesús en Nápoles
después de presentar su dimisión al marqués de
Pescara, tenía 34 años y corría el año de
1564. Aquel día había escrito una carta a su padre en la
que le decía “Vivete allegro, che io vivró allegrissimo”.
Esta atmósfera de alegría le envolverá toda su
vida.
Quería ser lego, y dedicarse a los oficios
más bajos, pero sus superiores le ordenaron hacerse sacerdote en
1566, y San Francisco de Borja, Prepósito general, le
nombró maestro de novicios, dando un nuevo método; el
maestro se hacía como los discípulos y decía su
“culpa” en el comedor como ellos. No tuvo mucho éxito en el
púlpito, porque le faltaba la brillantez de los predicadores,
pero era muy bueno en el confesionario y en el trato personal. La
victoria de Lepanto de 1571, trajo muchos esclavos a Nápoles, y
se prodigó con ellos, y aunque no obtuvo muchas conversiones, si
dio ejemplo de caridad cristiana.
Por obediencia fue a Lecce en 1574, donde tenía que
abrir una casa de la Compañía, donde estuvo predicando y
confesando; especialmente asistía a los encarcelados, a los
condenados a muerte y a los esclavos: en uno de sus primeros sermones
insistió en que tenían los mismos derechos que toda
persona humana, no eran una especie inferior. Tenía penitentes
de toda Italia, y tenía el don de penetración de
espíritus; sentía una profunda repugnancia por el
confesionario y este fue quien le santificó. En 1594 fue
nombrado rector del colegio de los jesuitas, y se mostró
caritativo con todo el que lo necesitara, cosa que provocó las
iras de los menos generosos. Cuando contaba 80 años, un grupo de
personas de la ciudad, fue a verle para que tomase la ciudad bajo su
protección, e incluso fueron a ver al obispo para que iniciase
su proceso de beatificación, ¡antes de morirse.! Fue
canonizado por el Papa Pío XII el 22 de junio de 1947.