SAN BERNARDINO DE SIENA
20 de mayo
1444 d.C.
Nació
en Massa Marítima en el Grossetano en la familia de los
Albizzeschi que pronto se trasladaron a Siena al ser nombrado su padre
gobernador de la ciudad. Pronto quedó huérfano y fue
recogido por su tía Diana que le educó cristianamente.
Después de estudiar Filosofía, Derecho, se entregó
del todo a la investigación de las Sagradas Escrituras, y se
dedicó con afán al cuidado de los enfermos. Durante la
peste de 1400, atendió voluntariamente a los apestados en el
hospital de Nuestra Señora de la Scala, de forma heroica. Dos
años más tarde renunció a la fortuna de su familia
y se hizo franciscano en 1402. "Yo nací en el día del
nacimiento de Nuestra Señora; y en ese mismo día
nací después a la vida religiosa y tomé el
hábito e hice profesión y dije la primera misa e hice el
primer sermón. Por sus merecimientos espero que Nuestro
Señor me llevara a su Reino".
Hacia
1405 comenzó a predicar en el territorio sienés.
Fundó el convento de Capriolo, entre Siena y Amiata; de
allí partieron sus “campañas” de predicación. Se
hizo apóstol de la predicación del Nombre de
Jesús, cuyo emblema de Cristo Rey, se hará famoso como
enseña para la pacificación entre las ciudades. El
monograma de Cristo lo escribió en estas tres letras J.H.S.
Estaba en contra de las banderas que anunciaban partidos, el
quería la paz, por ello predicó a Cristo, Rey de la paz.
Y creó su propia bandera con las iniciales ya descritas que se
destacaba en letras doradas inscrito en un círculo de rayos, que
este trigrama luego se lo apropiaron los jesuitas (Jesús Hominum
Salvator). En 1424 los florentinos lo hicieron pintar sobre la fachada
de la iglesia franciscana de la Santa Croce. Los habitantes de Siena lo
inscribieron en un círculo azul en el exterior y en el interior
de su palacio público. Aprobado en 1432 por el papa Eugenio IV,
el trigrama pasó a Francia. Un franciscano que fue a predicar a
Toulouse recomendó a los capítulos que lo imprimiesen
sobre las puertas de la ciudad y en las fachadas de las casas. Santa
Juana de Arco lo hizo bordar sobre su estandarte.
Predicaba
de un modo risueño y violento, familiar y tempestuoso, hablaba
de un modo natural e irresistible, colorista y duro, y sus diatribas
contra la usura y las discordias civiles -su empeño en que no
hubiera ni güelfos ni gibelinos (enemigos mortales), sino
cristianos que levantaran el emblema de Jesús - eran
devastadoras y eficaces.
Durante
los primeros quince años de su vida como predicador no
destacó demasiado, como ocurrió, en cambio, en los
últimos años de su vida, cuando, probado por las
acusaciones de los difamadores (hubo sabios que le acusaban de hereje,
hasta que el papa Martín V declaró su absoluta
inocencia), su palabra se hizo más ardiente y arrebatadora y en
sus interminables recorridos por toda la península (la muerte le
sorprendió en uno de ellos) era una mezcla de cólera y de
intima dulzura, de fervor y de rabioso grito contra el pecado. Sus
discursos tenían ese eje conductor que puede resumirlo todo: "Si
hablas a Dios, habla con caridad. Si hablas de ti, habla con caridad.
Haz que dentro de ti no haya más que amor y más amor".
De
1438 a 1443 tuvo la misión de reformar la Orden franciscana,
llegando a vicario general de la observancia. Es el fundador de los
franciscanos de la observancia (Osservanti) llamados así porque
observaban la regla primitiva de san Francisco. A duras penas, sin
embargo, logró reconciliar en parte a "conventuales" y
"espirituales". Intervino también en la reforma de los estatutos
de varias ciudades, como Siena y Perugia, adaptándose a la
severidad de las leyes del tiempo (la hoguera para los "malditos
sodomitas") y aceptando la disciplina judiciaria contra los culpables
(pero rebosante luego de misericordia). Demostró un gran respeto
por las mujeres, que eran frecuentes interlocutoras de sus
prédicas, y trató con papas (como Martín V,
Eugenio IV y Nicolás V) y con emperadores (como Segismundo I),
rechazando siempre honores e incluso el episcopado de Siena (1427),
Ferrara y Urbino (1435). Murió en L'Aquila cuando marchaba hacia
Nápoles. Acababa de revisar sus "Discursos sobre las
Bienaventuranzas". Fue considerado uno de los más
importantes misioneros del siglo XV. Propugno la Asunción de
María, su mediación universal y su realeza. Hay una
historia que narra que en 1406, san Vicente Ferrer predijo durante un
sermón en Alessandría que uno de los oyentes
recogería su manto y sería éste quien
predicaría por tierras italianas cuan él se ausentase. Y
fue Bernardino quien recogió el manto y predicó por toda
Italia. Fue canonizado el 24 de
mayo de 1450 por el papa Nicolás V. Patrón de
Siena.